- EL ESTUDIO DE LA FAMILIA DESDE LA SOCIONOMÍA.
En
este capítulo, nos enfocaremos en presentar a la familia como grupo
social en general y desde la mirada socionómica en particular, de
ahí que habrá que ubicarla como un grupo social primario, que se
encuentra regido por los mismos principios de la dinámica y
psicología de los grupos, con la peculiaridad que se encuentra
atravesada por los guiones y discursos culturales a partir de las
formas en que se estructura el parentesco. Retomaremos algunos
elementos de la sociología y la antropología familiar,
especialmente en lo referente a sus organizaciones estructurales y
dinámico funcionales, para a partir de ahí, enfocarla desde la
socionomía.
Otro
elemento que vale la pena destacar es el del funcionamiento familiar,
considerando que las familias pueden o no cumplir sus funciones
básicas; de hacerlo, estarán facilitando el desarrollo “sano”
de sus integrantes, y viceversa.
Para
terminar y con base en los elementos antes presentados propondremos
un concepto socionómico de familia, para a partir de ahí y con base
en la aplicación de los métodos y técnicas socionómicos, realizar
una reflexión teórica que permita ampliar y enriquecer el cuerpo de
conocimientos que se tiene sobre esta.
- El grupo social primario
Desde
la psicología de los grupos, se habla de la existencia de varios
tipos de grupos. González (1999) señala que existen múltiples
criterios para la clasificación de los grupos humanos, resultando
que ninguna es totalmente satisfactoria dada la multiplicidad de
posibles enfoques y variables a conjuntar, pero aclara que por
ejemplo, Bernard (citado en el mismo) realiza una clasificación
entre grupos primarios y secundarios.
Los
grupos secundarios se caracterizan porque el tipo de relaciones en su
interior es formal e indirecto, poseen normas de pertenencia y
permanencia explicitas, sus patrones de comunicación son rígidos y
regularmente jerárquicos, existe la especialización en las tareas y
funciones, los patrones de comunicación se basan en conjuntos de
símbolos almacenados, siendo transmitidos por canales explícitos
con contenidos predominantemente intelectuales y abstractos.
Por
su parte, los grupos primarios (Sprott 1958) son relativamente
pequeños, se caracterizan por poseer patrones de relación directos
con contactos cara a cara, se establecen vínculos emocionales e
intercambios psicoafectivos entre sus miembros, los sistemas de
normas y pertenencia son implícitos y conforman la identidad del
individuo.
Menciona
Sprott que existen tres tipos de grupo primario:
- El primero y más abstracto es la que se refiere a grupos cara a cara en una situación particular, poseen poca permanencia ya que se constituyen con fines experimentales y son artificiales desintegrándose una vez que se logra la meta por la que se formaron. Este es el caso de los grupos de discusión y de grupos T.
- El segundo se refiere a los que sólo se dedican a un interés o actividad en particular, teniendo una cierta permanencia en el tiempo ya que nacen a partir de una cierta necesidad social particular, como un grupo escolar, o de recreación.
- En tercer lugar tenemos a los que se refieren a muchos intereses y actividades, siendo las relaciones entre sus miembros generales y abarcadoras, ya que permean varias esferas de la vida de manera profunda y significativa, como los grupos de amigos y los grupos familiares.
- La familia como grupo social.
A
la familia se le considera el grupo primario por excelencia, debido a
que la persona desde su nacimiento, se encuentra inmersa en éste; y
es ahí donde vive y desarrolla las experiencias y habilidades que
servirán como base para la vida en todos los ámbitos de su
existencia.
María
Cervel Nieto (2005) menciona que la familia es un sistema humano,
caracterizado por relaciones consanguíneas y de afectividad, que
facilitan el desarrollo de las personas que lo conforman, haciendo
posible la adquisición de habilidades psico-sociales.
Por
su parte, Álvarez-González (2003) escribe que la familia es un
grupo humano caracterizado por vínculos afectivos, sanguíneos u
adoptivos, en el que a partir de los contactos continuos e
interacciones comunicativas, se posibilita el desarrollo de
estabilidad, cohesión interna, así como posibilidades de progreso
evolutivo según las necesidades de cada uno de sus miembros y
siempre en función del ciclo vital del sistema familiar.
Profundizando
en el concepto, podemos considerar que la familia es un grupo humano,
lo que significa que es un cierto número de personas que se reúnen
en un determinado espacio-tiempo, en el que por medio de
interacciones e intercambios psico-afectivos, cumplen con una tarea.
En el caso de la familia, se distingue del resto de los grupos
humanos por los vínculos de sangre o adopción, situación que la
coloca en una situación única sobre el resto de los grupos.
Al
abordar a la familia como un grupo social, asumimos que se encuentra
regida por los mismos principios y fundamentos del resto de los
grupos, es decir: que posee un sistema de interacciones,
configurándose a partir de éste una determinada estructura de las
relaciones con base en la cohesión, alianzas y dirección de la
comunicación, presentando una diferenciación entre sus miembros,
roles y tareas específicas, que permiten la identificación de
liderazgos con distintas características y estilos (Munné 1995).
Uno
de los elementos fundamentales que fundamentan el estudio de los
grupos familiares, es el de la actividad, en el que es posible
observar cuatro niveles: a) temático, observándose en éste de
manera explícita, la tarea del grupo, b) funcional, en el que es
posible la cantidad de conductas que se presentan en el grupo, c)
cognoscitivo, que se refiere a lo que cada miembro del grupo está
pensando, d) afectivo y corresponde a todos aquellos emocionales y
sensitivos.
Otro
elemento característico de la familia es el que se refiere a sus
funciones y la tarea que se le asigna socialmente ya que, a
diferencia de otros grupos, tiene la responsabilidad de educar y
formar a sus miembros, para que éstos desarrollen su máximo
potencial humano, y se inserten al sistema social de forma sana y
productiva. La manera en que un grupo familiar la realice, dependerá
tanto del ambiente y contexto sociocultural donde se encuentre
inmersa, como de sus características particulares: patrones de
interacción y comunicación, estructura de normas y distribución de
roles, entre otros.
Una
de las disciplinas que más ha estudiado los sistemas y grupos
familiares, es la antropología, enfocándose especialmente en el
análisis de la forma en cómo se estructura el parentesco para
comprender las formas y dinámicas de las interacciones y las
transacciones entre los miembros de un grupo y comunidad en
particular.
En
mi caso, observo que una de las características peculiares de los
grupos familiares que los separan del resto de los grupos ya sean
primarios o secundarios, es que sus miembros se encuentran unidos por
vínculos de parentesco, ya sean sanguíneos o civiles.
Para
clarificar elementos y características del parentesco, retomaremos
algunos conceptos planteados por la antropología y sociología, para
posteriormente tratar de elaborarlos e interpretarlos con una mirada
socionómica.
Partiendo
desde ahí, me parece importante rescatar lo planteado por
Lévy-Strauss (1987) donde menciona que una familia es un modelo
ideal que sirve para designar a un grupo social en particular que a
pesar de presentarse con diversas formas y características, siempre
ha servido como base para la organización de los sistemas sociales
en los que se ha estudiado. Pero resalta que la familia no es una
entidad natural que surja de manera espontánea, sino que sólo es
posible a partir de que otras familias proporcionan a los miembros de
origen de la pareja, es decir que existen familias que proporcionan a
las personas que posibilitan la creación de un nuevo grupo familiar,
por lo que esto implica la existencia de una sociedad organizada en
torno a una cultura; de ahí que en un contexto particular, existen
diversos grupos familiares dispuestos a reconocer la existencia de
otros lazos además de la consanguinidad y que el proceso natural de
descendencia se logra a partir de la presencia de afinidad entre las
personas.
Como
hemos mencionado en el capítulo primero, uno de los elementos que
marcan el surgimiento de la familia como la conocemos en la
actualidad, lo constituye la regulación de la sexualidad,
especialmente la que se da entre hermanos en primera instancia, y
posteriormente entre familiares en primero y segundo grados. Esto
sentó las bases para que la organización de las relaciones dejara
de cimentarse en lo biológico y se fundamentara en la estructura del
grupo social, ya que como lo menciona Esteinou, la prohibición del
incesto, no es una regla sobre el matrimonio y sexualidad con la
madre o hermana, sino que se fundamenta en la obligatoriedad de
darlas a otros, por lo que es en este punto donde surge la pregunta
¿a quién le entregamos a nuestras mujeres?1
Es aquí donde la afinidad, o como mejor lo nombró Moreno, la Telé
que cobra relevancia en la organización de los grupos sociales, las
comunidades y posteriormente y de forma ideal las sociedades.
Pero
entonces ¿cuál es el papel del parentesco en la estructura y
dinámica de los grupos familiares que los hace distintos del resto
de los grupos? Estos, son la fuente primaria de relaciones
interpersonales, y con base en la organización antes descrita, se
fundamentan en la afinidad y la consanguinidad, de ahí que sea en
ellas donde se presenten las primeras relaciones interpersonales, y
donde se eduquen los elementos básicos de la socialización, tanto
para el establecimiento de relaciones por afinidad (a partir del
modelo de los padres), como de consanguinidad.
- Estructuras de parentesco, roles asignados y roles desempeñados.
En
sus orígenes, la noción de parentesco en los estudios
antropológicos y sociológicos se fundamentaba en una noción de
naturaleza, es decir que las estructuras familiares se conformaban
según Malinowski (2005), desde lo que es considerado como “normal”2
siendo la organización de la relación entre madre e hijo como
elemento primario para la formación afectiva y psicosocial al
interior del grupo familiar. No obstante, el problema de la
estructura de parentesco se presentaba con la aparición en la vida
del “padre”, ya que entre las poblaciones estudiadas por el
autor, la línea materna no tenía reconocimiento social, mientras
que había dos tipos de organización en cuanto a la paternidad, la
del padre biológico (genitor) y la del padre social (pater) siendo
el hermano de la madre el que cumplía con esta función.
Esta
propuesta generó un sinnúmero de críticas, especialmente sobre la
lente con que se miraban estas estructuras, ya que con base en lo que
menciona Esteinou (2008), el modelo que se tomaba para realizar los
estudios de parentesco era la familia europea burguesa, lo que
propiciaba visiones sesgadas con interpretaciones poco fiables.
Aquí
resulta importante plantearse la pregunta ¿qué es el parentesco?
Menciona Lévy-Strauss (1969) que las estructuras de parentesco se
refieren a los sistemas cuya “nomenclatura” permiten determinar
de forma inmediata, el círculo de los parientes y el de los
allegados, es decir, que determina aquellas personas que se
encuentran prohibidas para el matrimonio. Aclara que todas estas
estructuras por lo menos en los estudios que realizó, se encuentran
organizadas con base en la prohibición del incesto y que toman
formas y características particulares con base en las disposiciones
ambientales y los distintos modos de desarrollo cultural.
Entiendo
que desde esta perspectiva, la organización de parentesco se
fundamenta en lo que desde un principio Morgan y posteriormente
Engels, ubican como el principio de la transición en la organización
socio-familiar que se reflejó en el nacimiento de distintas
organizaciones sociales; es decir, la restricción del incesto, por
lo que el “nombrar” a las personas que pertenecen a los distintos
círculos inmediatos y allegados, permite ubicar a aquellos que están
prohibidos para el matrimonio.
Dice
Esteinou que si extraemos de la concepción de parentesco los
elementos naturalistas y centralistas, es posible rescatar distintos
elementos. Refiere que es posible retomar el sistema de clasificación
terminológica desarrollado por Morgan, a pesar de las críticas que
se le han hecho; especialmente para la reconstrucción de la
organización de parentesco en grupos extendidos. Mientras que de
Radcliffe-Brown (1950, 1965 y 1966 citado en Esteinou 2008) podemos
retomar su mirada sobre la estructura y dinámica de roles, donde
menciona que: “la
existencia de una familia elemental crea tres tipos especiales de
relación social, la del padre y el hijo-hija, la que existe entre
los hijos de los mismos padres y la de maridos padres del mismo
hijo”.
Desde
la perspectiva socionómica, tanto las clasificaciones lingüísticas
como las dinámico-funcionales descritas anteriormente, a pesar de
las críticas emitidas por la sociología y la antropología, nos
resultan útiles especialmente a partir de la mirada de la teoría de
roles y la telé.
Desde
la comprensión télica, no resulta muy importante si el matrimonio
fue determinado por elementos culturales o tradicionales o los
cónyuges tuvieron libertad de elección, ya que con base en este
concepto, la dinámica de relaciones tanto al interior del núcleo
más cercano de cohabitación como con los miembros de la familia
extensa, se verá fundamentada por las atracciones o rechazos entre
los distintos sujetos, lo que determinará de manera particular la
forma en cómo se representarán los distintos roles cuando entran en
relación con el contra-rol identificado en la estructura de
parentesco. Explicando: si la realización de un matrimonio fue
arreglada por los padres o por algunos elementos tradicionales con
base en la cultura donde habitan los contrayentes, no es muy
relevante si es que entre éstos existe una telé
positiva, ya que esto permitirá que se sientan atraídos entre sí,
que sus interacciones sean tersas y fluidas lo que si no genera
sentimientos de amor, mínimamente sí placenteros.
Si
por el contrario, los cónyuges tuvieron una libre elección de
pareja, pero ésta obedeció a elementos transferenciales y
neuróticos, es muy probable que no exista una total claridad sobre
la naturaleza de la telé
entre ellos, por lo que si tienen suerte -y me parece válido en este
contexto hablar de suerte- podrán encontrar que después de ir
limpiando los elementos transferenciales que los engancharon de
origen, existe entre ellos una telé
positiva.
Esta situación es poco frecuente, ya que con base en la experiencia
acumulada a partir de los múltiples estudios sociométricos (tanto
personales como citados en el presente) puedo afirmar que cuando una
relación se fundamenta en elementos transferenciales, existe poca
claridad en la dirección de la telé
entre los implicados, lo que en un principio puede generar confusión
en el mejor de los casos, pero generalmente la telé
resultante es negativa3.
Por
otro lado, con base en la teoría de roles, entendemos que los
nombres que se le asignan a cada papel dentro del escenario social
van cargados por una serie de comportamientos, actitudes y afectos
que se espera que sean representados con fundamento en el guión
sociocultural aceptado, de ahí que cuando alguien deja el rol de
“novio” y asume el de “esposo”, entendemos que ese “nuevo”
rol se encuentra de inmediato investido de expectativas individuales,
grupales y culturales, por lo que es posible acercarnos a mirar estos
contenidos de forma amplia para entender lo que se espera del
“Esposo”, pero también en particular un determinado rol de
esposo, para entender cómo es que las características individuales
se fusionan con las sociales y culturales para que esta persona
represente este rol de forma específica, lo que nos permitiría
entender algunas manifestaciones exclusivas de ciertos roles en el
contexto de un grupo familiar, ya sea por sus características de
alta adaptación o desempeño “el buen esposo” o por aquellas
patológicas.
Otro
elemento que vale la pena destacar es que ningún rol existe aislado,
de ahí que para que exista un “padre” es porque existe su
contra-rol “hijo” y la forma en cómo se estructure esta
relación, no necesaria o totalmente obedece a lo que en ese grupo o
cultura familiares se entiende lo que debe ser el binomio
“padre-hijo”, ya que en este contexto y como mencioné arriba, el
rol de padre lleva toda una carga que se conjunta con la capacidad de
la persona para representarlo, pero también entra el factor de telé
entre padre e hijo, de ahí que si el padre se siente atraído
genuinamente hacia su hijo, será posible que se construya una
relación sólida y fluida; pero si es al contrario, es muy probable
que ésta desde el principio, sea tensa y tirante siendo esto
percibido por el hijo quien reaccionará en consecuencia.
Sintetizando:
para la Socionomía Familiar, la comprensión de las estructuras de
parentesco en un grupo o cultura familiar determinada, permite
identificar las cargas socioculturales que se asignan a cada rol así
como las tareas e interacciones que se esperan de éste, lo que
configurará un patrón sociométrico específico y una dinámica
particular.
Otro
elemento importante para la caracterización de la familia como grupo
social, lo constituye lo que se entiende como funciones y
funcionamiento familiar.
Macías
(1981) considera que las familias pueden o no cumplir sus funciones:
de hacerlo, facilitarán el desarrollo sano de sus integrantes, pero
de no ser así pueden interferir con él, desviarlo o dañar
directamente a sus miembros.
Así,
diversos estudios se han centrado sobre este aspecto e intentan
proponer algunos indicadores de salud o patología del funcionamiento
familiar. A continuación, se expondrán algunos de ellos.
Meneses
(1967) señala que el diálogo conyugal es el medio más importante
para la integración familiar si éste reúne las condiciones de
respeto auténtico y madurez básica de ambos cónyuges. Menciona
también que los cónyuges maduros se llevan bien uno con el otro,
respetan sus sentimientos, sus gustos y opiniones, y encuentran
siempre la forma de comunicarse. Participan de sus experiencias y
discuten sus problemas lo mismo que los problemas de los demás.
En este mismo
sentido, Kaslow (1982 en Ponzetti y Long, 1989) afirma que las
parejas sanas son el factor más sobresaliente en el desarrollo de
las familias sanas. Así, menciona que los buenos matrimonios están
formados por dos personas que respetan la unicidad de su pareja, es
decir, aprecian al otro por lo que es, además los miembros de la
pareja disfrutan el tiempo que comparten y muestran interés en lo
que el otro hace. Mantienen un balance entre el tiempo que pasan
solos, junto con un sentido de compañía. Por otra parte, las
responsabilidades maritales están distribuidas equitativamente.
Además, estos matrimonios están caracterizados por patrones de
comunicación claros y abiertos, lo cual se hace patente por los
acuerdos, la cooperación mutua y habilidad para resolver problemas.
Finalmente, estas parejas muestran una visión optimista del mundo,
conocimiento y adaptación al cambio.
Jansen
(1952 en Ponzetti y Long, 1989) señaló que otros indicadores
importantes de un adecuado funcionamiento familiar son el acuerdo, la
cooperación, el interés mutuo, el afecto, la estima, la confianza y
el gusto por relacionarse.
Pollack
(1957 en Ponzetti y Long, 1989) señala a su vez, que las familias
sanas tienen las siguientes características: interdependencia entre
los cónyuges y disposición para olvidarse de las necesidades
personales para promover la satisfacción de la pareja, hay una
primacía de los sentimientos positivos entre la pareja, se promueven
las relaciones sanas entre hermanos y las relaciones padres-hijos se
distinguen por el intercambio mutuo y la habilidad para desarrollarse
personalmente.
Lewis
(1976 en Ponzetti y Long, 1989) marca ocho características de las
familias competentes:
- Los miembros de la familia se dan cuenta de que las necesidades individuales se satisfacen dentro del contexto de las relaciones interdependientes.
- Los límites son los suficientemente permeables para permitir involucrarse e interactuar fuera del sistema familiar.
- La comunicación es directa.
- Existe una diada parental equitativa que complementa los roles de mando en la familia.
- Son frecuentes las expresiones de calidez y empatía.
- Las familias se organizan y son capaces de negociar eficazmente las diferencias entre los miembros.
- El cambio se acepta como un proceso normal.
- Los miembros de la familia comparten un sistema de valores.
Las
familias funcionales tienen un estilo de vida tranquilo y relajado.
Estas familias tienden a comunicarse clara y directamente y no tienen
estilos de poder autoritarios ni represivos. Los problemas familiares
tienden a resolverse lo antes posible. Las relaciones familiares se
caracterizan por el acuerdo, las expectativas son realistas y hay un
genuino interés por los demás. Además, estas familias usan parte
del tiempo del día para relajarse y compartir intereses (Hansen 1981
en Ponzetti y Long, 1989).
Estrada
(1990) establece que uno de los factores primordiales para mantener
una familia unida es la comunicación. De hecho, ésta encierra
cualquier otro factor que pudiese existir, si se da esta; no hay
conflicto, duda, frustración, etc., que no se pueda resolver.
Whitfield
(1993 en Aguilar, 1995) establece que la base de la buena
comunicación, son los límites personales sanos de las personas que
se comunican. Si estos límites se conforman, las personas protegen
su intimidad y respetan al otro al comunicar lo que real y llanamente
quieren comunicar, sin dobles mensajes ni acusaciones indirectas,
entre otros.
Minuchin
(1977 en Aguilar, 1995) señala que cuando la comunicación es buena,
dará las pautas por las que se regirá la familia y que le ayudarán
a funcionar normalmente. Estas pautas regulan la conducta de los
miembros de la familia y se forman por "las transacciones
repetitivas acerca de qué manera, cuándo y con quién
relacionarse". Las pautas rigen la jerarquía, la
complementariedad de las funciones, los límites y la libertad dentro
de la familia.
La
jerarquía se refiere a la regulación del poder entre los
subsistemas, entre padres e hijos, lo que se relaciona con el
ejercicio de la autoridad dentro de la familia. (Minuchin 1977 en
Aguilar, 1995)
Meneses
(1967) señala que en las familias sanas existe una forma de
ejercicio de autoridad que es la que responde a las necesidades de
los hijos, de ser guiados, alentados y protegidos. Los padres que
ejercen este tipo de autoridad racional pueden ser identificados
porque saben apreciar las necesidades de su cónyuge y de sus hijos,
las materiales y las morales, como si fueran las suyas propias. Son
capaces de mandar sin humillar, reconocen sus limitaciones y sus
errores, advierten las diferencias y proponen a sus hijos metas
sensibles y adecuadas a las capacidades y al temperamento de cada uno
de ellos.
Para
Solis (1962), en las familias funcionales se observa una
organización. Se entiende por un hogar organizado aquél que, con
independencia de su forma constitutiva, es estable y cuenta, al
menos, con condiciones materiales (de orden y limpieza, así como
alimentos y ropa preparados puntualmente) y morales (de afectuosa
unión paternal atención diaria a los problemas de los hijos).
Asimismo, se observa el cumplimiento puntual de labores intra y
extrahogareñas, el intercambio de impresiones, de atenciones y de
apoyo sobre los problemas de todos los miembros de la familia. Estas
familias cuentan con programas de gastos y realizaciones futuras y
cada uno de sus miembros tiene la satisfacción de pertenecer al
grupo, sin que haya un excesivo número de habitantes ni
interferencias de extraños en los problemas internos.
Curiel
(1967 en Aguilar, 1995) establece que una familia unida e integrada
solo puede existir si posee metas en común, y una buena comunicación
para llevarlas a cabo, así como un buen planteamiento de funciones
de jerarquías y límites que garanticen el buen funcionamiento
familiar. Se dan bajo condiciones en las que miembros sanos
individualmente sean capaces de relacionarse sin dificultad y bajo el
cobijo de una buena relación matrimonial que integre todo lo
anterior. Así, los hijos podrán desarrollarse y aprenderán a
relacionarse y eventualmente, independizarse del sistema para crear
uno propio.
En contraste, la
desintegración familiar es una especie de decadencia psicológica
caracterizada por una pérdida de objetivos comunes, una reducción
en la cooperación entre los miembros de la familia, una falta de
coordinación en los roles familiares así como una falta de amor,
lealtad y respeto entre los miembros.
Leñero
(1967) señala que la crisis familiar se manifiesta porque la
comunión familiar desaparece y cada uno de sus miembros coexiste por
sí mismo, pues todos tienen intereses y ocupaciones divergentes. En
esta situación los conflictos familiares son muy frecuentes. El
individualismo tiende a desintegrar a la familia. Por lo que la
desintegración se manifieste en:
- Pérdida de objetivos comunes.
- Suspensión de la ayuda mutua.
- Falta de coordinación en los respectivos papeles que cada uno debe desempeñar.
- Falta de correspondencia en las relaciones de afecto.
- Desaprobación habitual mutua.
- Discontinuación de la vida normal de la familia.
- Pérdida de la comunicación.
- Separación o divorcio.
Meneses
(1967) señala que la observación más superficial pone de
manifiesto que en diversos sectores de la sociedad, la familia está
teniendo dificultades para cumplir sus funciones, ya que en su
interior se crean condiciones que inhiben el desarrollo de vínculos
afectivos genuinos entre sus miembros. Los ingredientes que faltan al
interior de la familia son el amor, la lealtad, el respeto mutuo y la
autoridad.
De
la Fuente (1967) menciona que muchas familias se encuentran
integradas neuróticamente. La cohesión familiar se mantiene por la
operación de fuerzas tales como la dependencia excesiva, el dominio
y la sumisión, el sacrificio de la individualidad y el miedo a la
autonomía y a la responsabilidad. Las ligas pueden ser eficientes
para mantener aglutinados a los miembros de la familia pero tienen un
carácter irracional y destructivo. Ocurre que aunque en apariencia
existe cohesión en algunas familias, las ligas entre sus miembros
son débiles y laxas. Cada cual persigue sus propias metas y en
realidad, para cada uno la vida de los demás no tiene importancia.
No hay intereses o propósitos comunes. En lo que concierne a los
hijos, existe una falta de autoridad y orientación por parte de los
padres. La indulgencia y la tolerancia aparentes, ocultan el egoísmo,
la falta de solidaridad y de comunicación.
En
lo que se refiere a los límites, Minuchin (1977 en Aguilar, 1995)
señala que en las familias disfuncionales existen dos aspectos que
se presentan con cierta frecuencia: el aglutinamiento (falta de
límites, disminución excesiva de la distancia entre los
subsistemas) y el desligamiento (demasiada distancia y falta de
comunicación entre los subsistemas). En los subsistemas familiares
aglutinados, el exaltado sentido de pertenencia requiere de un
importante abandono de la autonomía; por otro lado, las familias
desligadas poseen un desproporcionado sentido de independencia y
carecen de sentimiento de lealtad y pertenencia.
Por
su parte, de la Fuente (1967) señala que la crisis de la vida
familiar está íntimamente relacionada con la agudización crítica
de los problemas de autoridad.
Beavers
(1981 en Palomar, 1998) menciona que en las familias disfuncionales,
el área más deficiente es la coherencia. Los miembros de la familia
muestran una gran dificultad para resolver la ambivalencia y elegir
sus metas. Ninguno tiene claramente el poder, por lo que éste es
ejercido cubierta e indirectamente.
En
este mismo sentido, Meneses (1967) dice que un indicador de patología
en la familia es que los padres ejercen una autoridad irracional e
incluso muchas de las veces la imponen con violencia. Muestran formas
de autoridad que son inflexibles, que no conocen limitaciones ni
derechos y que en realidad sirven para ocultar la verdadera carencia
de esta. Los padres autoritarios son exageradamente rígidos,
impacientes, difíciles de complacer. No saben mandar sin humillar,
no saben amar sin exigir sumisión. Asumen una posición de
arbitraria superioridad que suscita hostilidad y rebeldía; confunden
a sus hijos, quienes acaban por no saber cuáles son sus deberes, ni
cuáles sus atribuciones.
Barnhill
(1979, en Cusinato, 1992) señala que es posible aislar ocho
dimensiones fundamentales de salud mental y patología de la familia,
expresables como dimensiones bipolares:
- Individualización/Absorción
Individualización
se refiere a la independencia de pensamiento, de sentimiento, de
juicio de los miembros de la familia. Incluye un sentido estable de
autonomía, de responsabilidad personal, identidad y de claridad de
los confines del yo.
Absorción
por el contrario, indica confines del yo poco definidos, una
identidad dependiente de los otros, simbiosis, fusión del yo.
La
persona con buena individualización tiene confianza en su propia
adecuación. Es capaz de solicitar ayuda a los otros, pero se
considera capaz de tomar sus propias decisiones. Apreciando su propia
valía está dispuesta a ver y respetar la valía de los otros.
- Reciprocidad/Aislamiento
La
reciprocidad mira al sentido de intimidad emotiva y de unidad que es
posible solo entre individuos que tienen una identidad definida
claramente.
El
aislamiento por el contrario, mira a la alienación y al desinterés
por los otros. El aislamiento puede instaurarse junto con la
absorción (las identidades están tan fundidas que no son separables
lo suficiente como para alcanzar la intimidad) o con el retiro
aislado de las relaciones familiares.
Estas
dos primeras dimensiones están unidas a los procesos de identidad.
Una autonomía sana, genuina, se da solo si se mantiene una unión
sana y satisfactoria. La comunión y la autonomía son el anverso y
reverso de la misma medalla. No hay comunión si no existe una
verdadera autonomía. La autonomía no sustituye a la unión, se suma
a ella.
La
individualización y la reciprocidad son igualmente necesarias para
prevenir la absorción (intimidad sin autonomía) o la alienación
(independencia sin intimidad).
- Flexibilidad/Rigidez
La
flexibilidad hace referencia a la capacidad de ser adaptables y
elásticos como respuesta a las diversas condiciones y al proceso del
cambio.
La
rigidez, por el contrario, indica la carencia de flexibilidad,
respondiendo de forma inadecuada al variar las circunstancias, es
decir, de un modo estereotipado y repetitivo.
- Estabilidad/Desorganización
La
estabilidad tiene que ver con la consistencia, responsabilidad y
seguridad en las interacciones familiares.
La
desorganización indica una carencia de estabilidad o de consistencia
en las relaciones familiares. Incluye una falta de previsibilidad y
de claridad de responsabilidad.
Esta
dimensión está en relación con el concepto de cambio. Un grupo
familiar sano tiene que estar integrado internamente, debe ser
autoestabilizador y rebosar capacidad de crecimiento. Debe preservar
una capacidad fluida y elástica de cambio. Por consiguiente, la
flexibilidad y la estabilidad son necesarias y preferibles a
respuestas rígidas que niegan la necesidad (o la realidad) del
cambio. Incluso, algunas respuestas desorganizadas son preferibles a
una situación inestable que no permite una visión clara del cambio
real.
- Claridad de percepción/Percepción no clara o distorsionada
Una
percepción clara indica una conciencia no distorsionada de sí y de
los otros. Como un fenómeno compartido, indica una clara percepción
común y una evaluación consensual de eventos compartidos.
La
carencia de una percepción clara indica, por el contrario, la
confusión o percepciones vagas o distorsionadas del otro.
6.
Claridad de comunicación/Comunicación no clara o distorsionada
La
comunicación clara indica un intercambio claro de información entre
los miembros de la familia. Incluye la necesidad de controlar la
comunicación para clarificar el significado, la intención, etc., en
caso de necesidad.
La
comunicación distorsionada no se manifiesta como un medio para
percibir e interpretar correctamente los mensajes del exterior. De
ahí que si las hipótesis en las que se basan las propias acciones
fueren defectuosas, el esfuerzo de adaptarse a la realidad resultará
confuso e inapropiado.
- Reciprocidad de Rol/Roles no claros o conflictos de rol
La
reciprocidad de rol, indica el acuerdo mutuo sobre modelos de
comportamiento o sobre las secuencias en las que un individuo lleva a
la práctica su rol teniendo en cuenta el rol del compañero. Estos
intercambios de comportamiento se definen generalmente de forma
implícita, pero también cabe la posibilidad de explicitarlos.
Los
roles no claros o conflictos de rol indican la ausencia de un acuerdo
claro sobre la complementariedad de conductas entre los miembros de
la familia. De ahí puede resultar un comportamiento no claro de rol,
o un conflicto permanente entre comportamientos poco definidos.
- Claridad de Confines intergeneracionales/Confines intergeneracionales vagos o interrumpidos
Los
claros confines intergeneracionales indican una especificación de
los roles recíprocos entre los miembros de la familia, es decir, las
diferencias específicas entre las relaciones conyugales, paternas y
fraternas. Por lo general, los miembros de cada generación suelen
aliarse más estrechamente entre sí que los miembros de otras
generaciones, mientras que los padres tienen la función ejecutiva de
mantener cierto tipo de control.
Los
confines intergeneracionales difusos o interrumpidos indican una
falta de claridad que tiene graves consecuencias. Cuando los confines
intergeneracionales son difusos, hay alianzas vagas o no claras que
difuminan las diferencias entre las generaciones. Por otra parte, los
confines interrumpidos indican una alianza entre los miembros de dos
generaciones diferentes contra un miembro de la propia generación
Así,
las ocho dimensiones del funcionamiento sano de una familia se
agrupan en torno a cuatro áreas fundamentales:
- Procesos de Identidad
Individualización/Absorción
Reciprocidad/Aislamiento
- Procesos de Cambio
Flexibilidad/Rigidez
Estabilidad/Desorganización
- Procesos de Información
Percepción
clara/Percepción no clara o distorsionada
Comunicación
clara/Comunicación no clara
- Estructuración de Rol
Reciprocidad
de rol/Roles no claros o conflictivos
Confines
intergeneracionales claros/Confines intergeneracionales difusos.
Con
base en lo anterior y desde nuestra perspectiva (la socionómica),
consideramos a la familia como un
grupo social primario en el que sus miembros se relacionan por
vínculos de parentesco, de donde se derivan roles y jerarquías,
partiendo del desempeño de ciertas funciones, se hace posible la
formación de la persona mediante interacciones significativas hacia
el interior del grupo, que permiten el desarrollo de las habilidades
psicosociales, para que aquélla pueda integrarse a su sistema
sociocultural y realice su existencia.
- Puntualizaciones socionómicas al estudio de la familia.
La
socionomía es un campo de estudio que es sumamente potente ya que
como hemos mencionado en capítulos anteriores, posee coherencia
entre su perspectiva ontológica, epistemológica, teórica,
metodológica y técnica. Se caracteriza por ser una mirada
integradora con una importante flexibilidad en sus puntos de enfoque
y aplicación.
En
particular en lo referente al grupo familiar, la socionomía aporta
amplias posibilidades tanto para la investigación como para la
intervención educativa y clínica.
La
investigación en socionomía familiar, es un campo sumamente amplio
en el que es posible utilizar las tres ramas que la conforman: la
sociometría, la sociodinámia y la sociatría.
La
sociometría familiar permite la exploración de las organizaciones
estructurales tanto de familias nucleares, extensas y reconstituidas
a partir de la aplicación de sus métodos y procedimientos para la
recolección, análisis e interpretación de los resultados; el campo
de las investigaciones en sociometría familiar abarca temáticas
desde la organización extensa para brindar ayuda una madre soltera,
la manera como se reorganiza una familia reconstituida, el estatus
sociométrico que un hermanastro ocupa al integrarse al nuevo núcleo
familiar, las afectaciones en la cohesión familiar a partir de la
aparición de un trastorno celotípico en uno de los miembros del
grupo, la estructura y sistema de relaciones de una familia con una
paciente con anorexia nerviosa, el reacomodo en el estatus y los
roles con el nacimiento del primer hijo o del segundo.
A
un nivel macro, es posible a partir del análisis sociométrico de
grupos familiares, sea identificar las nuevas formas funcionales de
organización familiar, el estatus sociométrico ocupado por algún
rol como las madres o los abuelos. También es posible la exploración
y comparación de átomos sociales de distintos miembros de la
familia; la estructura y organización de familias con algún miembro
consumidor de drogas, de las organizaciones de aquellas en las que
hay presencia de violencia, la relación existente entre
funcionamiento familiar y estructura sociométrica, los niveles de
cohesión familiar y la estructura de relaciones en la familia, la
relación entre los sistemas de normas y las estructuras
sociométricas familiares. El campo para la investigación
sociométrica familiar es tan amplio como la imaginación y las
posibilidades del investigador.
Mientras
que la sociometría familiar constituye la medición dura del
sistema, en la que se realizan cortes transversales del fenómeno
para tener una mirada fotográfica de las estructuras sociométricas,
la sociodinamia familiar sería el complemento flexible y
comprensivo, por lo que a partir de la observación analítica del
contexto ambiental donde se encuentra la familia, la forma en que las
actividades, interacciones y sentimientos se organizan dentro de cada
grupo familiar particular para conformar los sistemas internos y
externos, es que será posible que profundicemos ya sea en el estudio
de las variables antes mencionadas para comprender sus efectos sobre
las anteriores, o para mirar los temas fundamentales para la
comprensión de determinado grupo familiar.
En
lo que respecta a las aplicaciones para la intervención en el campo
de la socionomía familiar, pueden ser de tipo preventivo o
asistencial, ya que nos brinda elementos para el diagnóstico, el
tratamiento y la evaluación; tanto a nivel clínico como pedagógico.
A
nivel pedagógico, la sociometría y la sociodinamia familiar, nos
permite mostrar a las familias las formas como se encuentra
organizada tanto a nivel estructural como funcional, para que a
partir de esto y mediante empleo de los métodos sociátricos
(psicoterapia de grupos, sociodrama y psicodrama), se puedan generar
procesos y situaciones en los que la(s) familias participantes
transformen sus niveles de organización y funcionamiento de manera
preventiva.
En
el campo de la orientación y a partir de un trabajo anterior
(Bezanilla, 2009), quedó demostrado que el método psicodramático
es válido y confiable para ser aplicado en los tres niveles de la
orientación generando procesos educativos vivenciales, que permiten
un impacto profundo en las personas a partir de mirar y mirarse con y
en familia, poder desarrollar las habilidades que les permitan
abordar distintos temas de su situación familiar.
En
el campo de la clínica, y como menciono arriba, tanto la sociometría
como la sociodinámia nos brindan elementos para el diagnóstico y la
evaluación de las intervenciones, pero es aquí donde se despliegan
al máximo los recursos de la sociatría.
Es
posible abordar a una o varias familias de manera simultánea, siendo
posible la aplicación de la terapia de grupo, el sociodrama y el
psicodrama para el tratamiento de problemas de salud familiar como:
crisis vitales y del desarrollo, reorganización y recomposición
familiar, manejo de duelos, crisis emocionales y neuróticas,
psicopatologías graves y psicosis.
En
el presente capítulo he presentado a la familia desde la perspectiva
socionómica, a partir de su caracterización como grupo social tanto
a nivel estructural como funcional. También he esbozado brevemente
algunas líneas de trabajo que se pueden seguir en socionomía
familiar tanto a nivel de investigación como de intervención.
En
los capítulos siguientes, me enfocaré en ejemplificar lo dicho a
partir del método de casos siendo estos propios en la medida de lo
posible, o recurriendo a los publicados por otros cuando no me quede
otra alternativa.
1
Para este momento y con base en lo planteado en el Capitulo 1 de la
primera parte, debemos tener claro que ya se ha instaurado el
patriarcado.
2
A lo “normal” desde esta perspectiva, se le entiende como las
configuraciones afectivas que se generan entre las personas a partir
de los criterios de consanguinidad.
3
Sería objeto de
nuevas investigaciones determinar si es que esa telé
negativa resultante de estas relaciones transferenciales estaba ahí
de origen pero era opacada por los contenidos proyectivos, o si es
el resultado de los sentimientos desagradables resultado de
interacciones confusas donde ambos miembros quedan en falta a partir
de la poca claridad del vínculo.