martes, 14 de enero de 2014

EL ESTUDIO DE LA FAMILIA DESDE LA SOCIONOMÍA.

  1. EL ESTUDIO DE LA FAMILIA DESDE LA SOCIONOMÍA.

En este capítulo, nos enfocaremos en presentar a la familia como grupo social en general y desde la mirada socionómica en particular, de ahí que habrá que ubicarla como un grupo social primario, que se encuentra regido por los mismos principios de la dinámica y psicología de los grupos, con la peculiaridad que se encuentra atravesada por los guiones y discursos culturales a partir de las formas en que se estructura el parentesco. Retomaremos algunos elementos de la sociología y la antropología familiar, especialmente en lo referente a sus organizaciones estructurales y dinámico funcionales, para a partir de ahí, enfocarla desde la socionomía.
Otro elemento que vale la pena destacar es el del funcionamiento familiar, considerando que las familias pueden o no cumplir sus funciones básicas; de hacerlo, estarán facilitando el desarrollo “sano” de sus integrantes, y viceversa.
Para terminar y con base en los elementos antes presentados propondremos un concepto socionómico de familia, para a partir de ahí y con base en la aplicación de los métodos y técnicas socionómicos, realizar una reflexión teórica que permita ampliar y enriquecer el cuerpo de conocimientos que se tiene sobre esta.

    1. El grupo social primario
Desde la psicología de los grupos, se habla de la existencia de varios tipos de grupos. González (1999) señala que existen múltiples criterios para la clasificación de los grupos humanos, resultando que ninguna es totalmente satisfactoria dada la multiplicidad de posibles enfoques y variables a conjuntar, pero aclara que por ejemplo, Bernard (citado en el mismo) realiza una clasificación entre grupos primarios y secundarios.
Los grupos secundarios se caracterizan porque el tipo de relaciones en su interior es formal e indirecto, poseen normas de pertenencia y permanencia explicitas, sus patrones de comunicación son rígidos y regularmente jerárquicos, existe la especialización en las tareas y funciones, los patrones de comunicación se basan en conjuntos de símbolos almacenados, siendo transmitidos por canales explícitos con contenidos predominantemente intelectuales y abstractos.
Por su parte, los grupos primarios (Sprott 1958) son relativamente pequeños, se caracterizan por poseer patrones de relación directos con contactos cara a cara, se establecen vínculos emocionales e intercambios psicoafectivos entre sus miembros, los sistemas de normas y pertenencia son implícitos y conforman la identidad del individuo.
Menciona Sprott que existen tres tipos de grupo primario:
  • El primero y más abstracto es la que se refiere a grupos cara a cara en una situación particular, poseen poca permanencia ya que se constituyen con fines experimentales y son artificiales desintegrándose una vez que se logra la meta por la que se formaron. Este es el caso de los grupos de discusión y de grupos T.
  • El segundo se refiere a los que sólo se dedican a un interés o actividad en particular, teniendo una cierta permanencia en el tiempo ya que nacen a partir de una cierta necesidad social particular, como un grupo escolar, o de recreación.
  • En tercer lugar tenemos a los que se refieren a muchos intereses y actividades, siendo las relaciones entre sus miembros generales y abarcadoras, ya que permean varias esferas de la vida de manera profunda y significativa, como los grupos de amigos y los grupos familiares.

    1. La familia como grupo social.
A la familia se le considera el grupo primario por excelencia, debido a que la persona desde su nacimiento, se encuentra inmersa en éste; y es ahí donde vive y desarrolla las experiencias y habilidades que servirán como base para la vida en todos los ámbitos de su existencia.
María Cervel Nieto (2005) menciona que la familia es un sistema humano, caracterizado por relaciones consanguíneas y de afectividad, que facilitan el desarrollo de las personas que lo conforman, haciendo posible la adquisición de habilidades psico-sociales.
Por su parte, Álvarez-González (2003) escribe que la familia es un grupo humano caracterizado por vínculos afectivos, sanguíneos u adoptivos, en el que a partir de los contactos continuos e interacciones comunicativas, se posibilita el desarrollo de estabilidad, cohesión interna, así como posibilidades de progreso evolutivo según las necesidades de cada uno de sus miembros y siempre en función del ciclo vital del sistema familiar.
Profundizando en el concepto, podemos considerar que la familia es un grupo humano, lo que significa que es un cierto número de personas que se reúnen en un determinado espacio-tiempo, en el que por medio de interacciones e intercambios psico-afectivos, cumplen con una tarea. En el caso de la familia, se distingue del resto de los grupos humanos por los vínculos de sangre o adopción, situación que la coloca en una situación única sobre el resto de los grupos.
Al abordar a la familia como un grupo social, asumimos que se encuentra regida por los mismos principios y fundamentos del resto de los grupos, es decir: que posee un sistema de interacciones, configurándose a partir de éste una determinada estructura de las relaciones con base en la cohesión, alianzas y dirección de la comunicación, presentando una diferenciación entre sus miembros, roles y tareas específicas, que permiten la identificación de liderazgos con distintas características y estilos (Munné 1995).
Uno de los elementos fundamentales que fundamentan el estudio de los grupos familiares, es el de la actividad, en el que es posible observar cuatro niveles: a) temático, observándose en éste de manera explícita, la tarea del grupo, b) funcional, en el que es posible la cantidad de conductas que se presentan en el grupo, c) cognoscitivo, que se refiere a lo que cada miembro del grupo está pensando, d) afectivo y corresponde a todos aquellos emocionales y sensitivos.
Otro elemento característico de la familia es el que se refiere a sus funciones y la tarea que se le asigna socialmente ya que, a diferencia de otros grupos, tiene la responsabilidad de educar y formar a sus miembros, para que éstos desarrollen su máximo potencial humano, y se inserten al sistema social de forma sana y productiva. La manera en que un grupo familiar la realice, dependerá tanto del ambiente y contexto sociocultural donde se encuentre inmersa, como de sus características particulares: patrones de interacción y comunicación, estructura de normas y distribución de roles, entre otros.
Una de las disciplinas que más ha estudiado los sistemas y grupos familiares, es la antropología, enfocándose especialmente en el análisis de la forma en cómo se estructura el parentesco para comprender las formas y dinámicas de las interacciones y las transacciones entre los miembros de un grupo y comunidad en particular.
En mi caso, observo que una de las características peculiares de los grupos familiares que los separan del resto de los grupos ya sean primarios o secundarios, es que sus miembros se encuentran unidos por vínculos de parentesco, ya sean sanguíneos o civiles.
Para clarificar elementos y características del parentesco, retomaremos algunos conceptos planteados por la antropología y sociología, para posteriormente tratar de elaborarlos e interpretarlos con una mirada socionómica.
Partiendo desde ahí, me parece importante rescatar lo planteado por Lévy-Strauss (1987) donde menciona que una familia es un modelo ideal que sirve para designar a un grupo social en particular que a pesar de presentarse con diversas formas y características, siempre ha servido como base para la organización de los sistemas sociales en los que se ha estudiado. Pero resalta que la familia no es una entidad natural que surja de manera espontánea, sino que sólo es posible a partir de que otras familias proporcionan a los miembros de origen de la pareja, es decir que existen familias que proporcionan a las personas que posibilitan la creación de un nuevo grupo familiar, por lo que esto implica la existencia de una sociedad organizada en torno a una cultura; de ahí que en un contexto particular, existen diversos grupos familiares dispuestos a reconocer la existencia de otros lazos además de la consanguinidad y que el proceso natural de descendencia se logra a partir de la presencia de afinidad entre las personas.

Como hemos mencionado en el capítulo primero, uno de los elementos que marcan el surgimiento de la familia como la conocemos en la actualidad, lo constituye la regulación de la sexualidad, especialmente la que se da entre hermanos en primera instancia, y posteriormente entre familiares en primero y segundo grados. Esto sentó las bases para que la organización de las relaciones dejara de cimentarse en lo biológico y se fundamentara en la estructura del grupo social, ya que como lo menciona Esteinou, la prohibición del incesto, no es una regla sobre el matrimonio y sexualidad con la madre o hermana, sino que se fundamenta en la obligatoriedad de darlas a otros, por lo que es en este punto donde surge la pregunta ¿a quién le entregamos a nuestras mujeres?1 Es aquí donde la afinidad, o como mejor lo nombró Moreno, la Telé que cobra relevancia en la organización de los grupos sociales, las comunidades y posteriormente y de forma ideal las sociedades.
Pero entonces ¿cuál es el papel del parentesco en la estructura y dinámica de los grupos familiares que los hace distintos del resto de los grupos? Estos, son la fuente primaria de relaciones interpersonales, y con base en la organización antes descrita, se fundamentan en la afinidad y la consanguinidad, de ahí que sea en ellas donde se presenten las primeras relaciones interpersonales, y donde se eduquen los elementos básicos de la socialización, tanto para el establecimiento de relaciones por afinidad (a partir del modelo de los padres), como de consanguinidad.

      1. Estructuras de parentesco, roles asignados y roles desempeñados.
En sus orígenes, la noción de parentesco en los estudios antropológicos y sociológicos se fundamentaba en una noción de naturaleza, es decir que las estructuras familiares se conformaban según Malinowski (2005), desde lo que es considerado como “normal”2 siendo la organización de la relación entre madre e hijo como elemento primario para la formación afectiva y psicosocial al interior del grupo familiar. No obstante, el problema de la estructura de parentesco se presentaba con la aparición en la vida del “padre”, ya que entre las poblaciones estudiadas por el autor, la línea materna no tenía reconocimiento social, mientras que había dos tipos de organización en cuanto a la paternidad, la del padre biológico (genitor) y la del padre social (pater) siendo el hermano de la madre el que cumplía con esta función.
Esta propuesta generó un sinnúmero de críticas, especialmente sobre la lente con que se miraban estas estructuras, ya que con base en lo que menciona Esteinou (2008), el modelo que se tomaba para realizar los estudios de parentesco era la familia europea burguesa, lo que propiciaba visiones sesgadas con interpretaciones poco fiables.
Aquí resulta importante plantearse la pregunta ¿qué es el parentesco? Menciona Lévy-Strauss (1969) que las estructuras de parentesco se refieren a los sistemas cuya “nomenclatura” permiten determinar de forma inmediata, el círculo de los parientes y el de los allegados, es decir, que determina aquellas personas que se encuentran prohibidas para el matrimonio. Aclara que todas estas estructuras por lo menos en los estudios que realizó, se encuentran organizadas con base en la prohibición del incesto y que toman formas y características particulares con base en las disposiciones ambientales y los distintos modos de desarrollo cultural.
Entiendo que desde esta perspectiva, la organización de parentesco se fundamenta en lo que desde un principio Morgan y posteriormente Engels, ubican como el principio de la transición en la organización socio-familiar que se reflejó en el nacimiento de distintas organizaciones sociales; es decir, la restricción del incesto, por lo que el “nombrar” a las personas que pertenecen a los distintos círculos inmediatos y allegados, permite ubicar a aquellos que están prohibidos para el matrimonio.
Dice Esteinou que si extraemos de la concepción de parentesco los elementos naturalistas y centralistas, es posible rescatar distintos elementos. Refiere que es posible retomar el sistema de clasificación terminológica desarrollado por Morgan, a pesar de las críticas que se le han hecho; especialmente para la reconstrucción de la organización de parentesco en grupos extendidos. Mientras que de Radcliffe-Brown (1950, 1965 y 1966 citado en Esteinou 2008) podemos retomar su mirada sobre la estructura y dinámica de roles, donde menciona que: “la existencia de una familia elemental crea tres tipos especiales de relación social, la del padre y el hijo-hija, la que existe entre los hijos de los mismos padres y la de maridos padres del mismo hijo”.
Desde la perspectiva socionómica, tanto las clasificaciones lingüísticas como las dinámico-funcionales descritas anteriormente, a pesar de las críticas emitidas por la sociología y la antropología, nos resultan útiles especialmente a partir de la mirada de la teoría de roles y la telé.
Desde la comprensión télica, no resulta muy importante si el matrimonio fue determinado por elementos culturales o tradicionales o los cónyuges tuvieron libertad de elección, ya que con base en este concepto, la dinámica de relaciones tanto al interior del núcleo más cercano de cohabitación como con los miembros de la familia extensa, se verá fundamentada por las atracciones o rechazos entre los distintos sujetos, lo que determinará de manera particular la forma en cómo se representarán los distintos roles cuando entran en relación con el contra-rol identificado en la estructura de parentesco. Explicando: si la realización de un matrimonio fue arreglada por los padres o por algunos elementos tradicionales con base en la cultura donde habitan los contrayentes, no es muy relevante si es que entre éstos existe una telé positiva, ya que esto permitirá que se sientan atraídos entre sí, que sus interacciones sean tersas y fluidas lo que si no genera sentimientos de amor, mínimamente sí placenteros.
Si por el contrario, los cónyuges tuvieron una libre elección de pareja, pero ésta obedeció a elementos transferenciales y neuróticos, es muy probable que no exista una total claridad sobre la naturaleza de la telé entre ellos, por lo que si tienen suerte -y me parece válido en este contexto hablar de suerte- podrán encontrar que después de ir limpiando los elementos transferenciales que los engancharon de origen, existe entre ellos una telé positiva. Esta situación es poco frecuente, ya que con base en la experiencia acumulada a partir de los múltiples estudios sociométricos (tanto personales como citados en el presente) puedo afirmar que cuando una relación se fundamenta en elementos transferenciales, existe poca claridad en la dirección de la telé entre los implicados, lo que en un principio puede generar confusión en el mejor de los casos, pero generalmente la telé resultante es negativa3.
Por otro lado, con base en la teoría de roles, entendemos que los nombres que se le asignan a cada papel dentro del escenario social van cargados por una serie de comportamientos, actitudes y afectos que se espera que sean representados con fundamento en el guión sociocultural aceptado, de ahí que cuando alguien deja el rol de “novio” y asume el de “esposo”, entendemos que ese “nuevo” rol se encuentra de inmediato investido de expectativas individuales, grupales y culturales, por lo que es posible acercarnos a mirar estos contenidos de forma amplia para entender lo que se espera del “Esposo”, pero también en particular un determinado rol de esposo, para entender cómo es que las características individuales se fusionan con las sociales y culturales para que esta persona represente este rol de forma específica, lo que nos permitiría entender algunas manifestaciones exclusivas de ciertos roles en el contexto de un grupo familiar, ya sea por sus características de alta adaptación o desempeño “el buen esposo” o por aquellas patológicas.
Otro elemento que vale la pena destacar es que ningún rol existe aislado, de ahí que para que exista un “padre” es porque existe su contra-rol “hijo” y la forma en cómo se estructure esta relación, no necesaria o totalmente obedece a lo que en ese grupo o cultura familiares se entiende lo que debe ser el binomio “padre-hijo”, ya que en este contexto y como mencioné arriba, el rol de padre lleva toda una carga que se conjunta con la capacidad de la persona para representarlo, pero también entra el factor de telé entre padre e hijo, de ahí que si el padre se siente atraído genuinamente hacia su hijo, será posible que se construya una relación sólida y fluida; pero si es al contrario, es muy probable que ésta desde el principio, sea tensa y tirante siendo esto percibido por el hijo quien reaccionará en consecuencia.
Sintetizando: para la Socionomía Familiar, la comprensión de las estructuras de parentesco en un grupo o cultura familiar determinada, permite identificar las cargas socioculturales que se asignan a cada rol así como las tareas e interacciones que se esperan de éste, lo que configurará un patrón sociométrico específico y una dinámica particular.
Otro elemento importante para la caracterización de la familia como grupo social, lo constituye lo que se entiende como funciones y funcionamiento familiar.
Macías (1981) considera que las familias pueden o no cumplir sus funciones: de hacerlo, facilitarán el desarrollo sano de sus integrantes, pero de no ser así pueden interferir con él, desviarlo o dañar directamente a sus miembros.
Así, diversos estudios se han centrado sobre este aspecto e intentan proponer algunos indicadores de salud o patología del funcionamiento familiar. A continuación, se expondrán algunos de ellos.
Meneses (1967) señala que el diálogo conyugal es el medio más importante para la integración familiar si éste reúne las condiciones de respeto auténtico y madurez básica de ambos cónyuges. Menciona también que los cónyuges maduros se llevan bien uno con el otro, respetan sus sentimientos, sus gustos y opiniones, y encuentran siempre la forma de comunicarse. Participan de sus experiencias y discuten sus problemas lo mismo que los problemas de los demás.
En este mismo sentido, Kaslow (1982 en Ponzetti y Long, 1989) afirma que las parejas sanas son el factor más sobresaliente en el desarrollo de las familias sanas. Así, menciona que los buenos matrimonios están formados por dos personas que respetan la unicidad de su pareja, es decir, aprecian al otro por lo que es, además los miembros de la pareja disfrutan el tiempo que comparten y muestran interés en lo que el otro hace. Mantienen un balance entre el tiempo que pasan solos, junto con un sentido de compañía. Por otra parte, las responsabilidades maritales están distribuidas equitativamente. Además, estos matrimonios están caracterizados por patrones de comunicación claros y abiertos, lo cual se hace patente por los acuerdos, la cooperación mutua y habilidad para resolver problemas. Finalmente, estas parejas muestran una visión optimista del mundo, conocimiento y adaptación al cambio.
Jansen (1952 en Ponzetti y Long, 1989) señaló que otros indicadores importantes de un adecuado funcionamiento familiar son el acuerdo, la cooperación, el interés mutuo, el afecto, la estima, la confianza y el gusto por relacionarse.
Pollack (1957 en Ponzetti y Long, 1989) señala a su vez, que las familias sanas tienen las siguientes características: interdependencia entre los cónyuges y disposición para olvidarse de las necesidades personales para promover la satisfacción de la pareja, hay una primacía de los sentimientos positivos entre la pareja, se promueven las relaciones sanas entre hermanos y las relaciones padres-hijos se distinguen por el intercambio mutuo y la habilidad para desarrollarse personalmente.
Lewis (1976 en Ponzetti y Long, 1989) marca ocho características de las familias competentes:
  1. Los miembros de la familia se dan cuenta de que las necesidades individuales se satisfacen dentro del contexto de las relaciones interdependientes.
  2. Los límites son los suficientemente permeables para permitir involucrarse e interactuar fuera del sistema familiar.
  3. La comunicación es directa.
  4. Existe una diada parental equitativa que complementa los roles de mando en la familia.
  5. Son frecuentes las expresiones de calidez y empatía.
  6. Las familias se organizan y son capaces de negociar eficazmente las diferencias entre los miembros.
  7. El cambio se acepta como un proceso normal.
  8. Los miembros de la familia comparten un sistema de valores.
Las familias funcionales tienen un estilo de vida tranquilo y relajado. Estas familias tienden a comunicarse clara y directamente y no tienen estilos de poder autoritarios ni represivos. Los problemas familiares tienden a resolverse lo antes posible. Las relaciones familiares se caracterizan por el acuerdo, las expectativas son realistas y hay un genuino interés por los demás. Además, estas familias usan parte del tiempo del día para relajarse y compartir intereses (Hansen 1981 en Ponzetti y Long, 1989).
Estrada (1990) establece que uno de los factores primordiales para mantener una familia unida es la comunicación. De hecho, ésta encierra cualquier otro factor que pudiese existir, si se da esta; no hay conflicto, duda, frustración, etc., que no se pueda resolver.
Whitfield (1993 en Aguilar, 1995) establece que la base de la buena comunicación, son los límites personales sanos de las personas que se comunican. Si estos límites se conforman, las personas protegen su intimidad y respetan al otro al comunicar lo que real y llanamente quieren comunicar, sin dobles mensajes ni acusaciones indirectas, entre otros.
Minuchin (1977 en Aguilar, 1995) señala que cuando la comunicación es buena, dará las pautas por las que se regirá la familia y que le ayudarán a funcionar normalmente. Estas pautas regulan la conducta de los miembros de la familia y se forman por "las transacciones repetitivas acerca de qué manera, cuándo y con quién relacionarse". Las pautas rigen la jerarquía, la complementariedad de las funciones, los límites y la libertad dentro de la familia.
La jerarquía se refiere a la regulación del poder entre los subsistemas, entre padres e hijos, lo que se relaciona con el ejercicio de la autoridad dentro de la familia. (Minuchin 1977 en Aguilar, 1995)
Meneses (1967) señala que en las familias sanas existe una forma de ejercicio de autoridad que es la que responde a las necesidades de los hijos, de ser guiados, alentados y protegidos. Los padres que ejercen este tipo de autoridad racional pueden ser identificados porque saben apreciar las necesidades de su cónyuge y de sus hijos, las materiales y las morales, como si fueran las suyas propias. Son capaces de mandar sin humillar, reconocen sus limitaciones y sus errores, advierten las diferencias y proponen a sus hijos metas sensibles y adecuadas a las capacidades y al temperamento de cada uno de ellos.
Para Solis (1962), en las familias funcionales se observa una organización. Se entiende por un hogar organizado aquél que, con independencia de su forma constitutiva, es estable y cuenta, al menos, con condiciones materiales (de orden y limpieza, así como alimentos y ropa preparados puntualmente) y morales (de afectuosa unión paternal atención diaria a los problemas de los hijos). Asimismo, se observa el cumplimiento puntual de labores intra y extrahogareñas, el intercambio de impresiones, de atenciones y de apoyo sobre los problemas de todos los miembros de la familia. Estas familias cuentan con programas de gastos y realizaciones futuras y cada uno de sus miembros tiene la satisfacción de pertenecer al grupo, sin que haya un excesivo número de habitantes ni interferencias de extraños en los problemas internos.
Curiel (1967 en Aguilar, 1995) establece que una familia unida e integrada solo puede existir si posee metas en común, y una buena comunicación para llevarlas a cabo, así como un buen planteamiento de funciones de jerarquías y límites que garanticen el buen funcionamiento familiar. Se dan bajo condiciones en las que miembros sanos individualmente sean capaces de relacionarse sin dificultad y bajo el cobijo de una buena relación matrimonial que integre todo lo anterior. Así, los hijos podrán desarrollarse y aprenderán a relacionarse y eventualmente, independizarse del sistema para crear uno propio.
En contraste, la desintegración familiar es una especie de decadencia psicológica caracterizada por una pérdida de objetivos comunes, una reducción en la cooperación entre los miembros de la familia, una falta de coordinación en los roles familiares así como una falta de amor, lealtad y respeto entre los miembros.
Leñero (1967) señala que la crisis familiar se manifiesta porque la comunión familiar desaparece y cada uno de sus miembros coexiste por sí mismo, pues todos tienen intereses y ocupaciones divergentes. En esta situación los conflictos familiares son muy frecuentes. El individualismo tiende a desintegrar a la familia. Por lo que la desintegración se manifieste en:
  1. Pérdida de objetivos comunes.
  2. Suspensión de la ayuda mutua.
  3. Falta de coordinación en los respectivos papeles que cada uno debe desempeñar.
  4. Falta de correspondencia en las relaciones de afecto.
  5. Desaprobación habitual mutua.
  6. Discontinuación de la vida normal de la familia.
  7. Pérdida de la comunicación.
  8. Separación o divorcio.
Meneses (1967) señala que la observación más superficial pone de manifiesto que en diversos sectores de la sociedad, la familia está teniendo dificultades para cumplir sus funciones, ya que en su interior se crean condiciones que inhiben el desarrollo de vínculos afectivos genuinos entre sus miembros. Los ingredientes que faltan al interior de la familia son el amor, la lealtad, el respeto mutuo y la autoridad.
De la Fuente (1967) menciona que muchas familias se encuentran integradas neuróticamente. La cohesión familiar se mantiene por la operación de fuerzas tales como la dependencia excesiva, el dominio y la sumisión, el sacrificio de la individualidad y el miedo a la autonomía y a la responsabilidad. Las ligas pueden ser eficientes para mantener aglutinados a los miembros de la familia pero tienen un carácter irracional y destructivo. Ocurre que aunque en apariencia existe cohesión en algunas familias, las ligas entre sus miembros son débiles y laxas. Cada cual persigue sus propias metas y en realidad, para cada uno la vida de los demás no tiene importancia. No hay intereses o propósitos comunes. En lo que concierne a los hijos, existe una falta de autoridad y orientación por parte de los padres. La indulgencia y la tolerancia aparentes, ocultan el egoísmo, la falta de solidaridad y de comunicación.
En lo que se refiere a los límites, Minuchin (1977 en Aguilar, 1995) señala que en las familias disfuncionales existen dos aspectos que se presentan con cierta frecuencia: el aglutinamiento (falta de límites, disminución excesiva de la distancia entre los subsistemas) y el desligamiento (demasiada distancia y falta de comunicación entre los subsistemas). En los subsistemas familiares aglutinados, el exaltado sentido de pertenencia requiere de un importante abandono de la autonomía; por otro lado, las familias desligadas poseen un desproporcionado sentido de independencia y carecen de sentimiento de lealtad y pertenencia.
Por su parte, de la Fuente (1967) señala que la crisis de la vida familiar está íntimamente relacionada con la agudización crítica de los problemas de autoridad.
Beavers (1981 en Palomar, 1998) menciona que en las familias disfuncionales, el área más deficiente es la coherencia. Los miembros de la familia muestran una gran dificultad para resolver la ambivalencia y elegir sus metas. Ninguno tiene claramente el poder, por lo que éste es ejercido cubierta e indirectamente.
En este mismo sentido, Meneses (1967) dice que un indicador de patología en la familia es que los padres ejercen una autoridad irracional e incluso muchas de las veces la imponen con violencia. Muestran formas de autoridad que son inflexibles, que no conocen limitaciones ni derechos y que en realidad sirven para ocultar la verdadera carencia de esta. Los padres autoritarios son exageradamente rígidos, impacientes, difíciles de complacer. No saben mandar sin humillar, no saben amar sin exigir sumisión. Asumen una posición de arbitraria superioridad que suscita hostilidad y rebeldía; confunden a sus hijos, quienes acaban por no saber cuáles son sus deberes, ni cuáles sus atribuciones.
Barnhill (1979, en Cusinato, 1992) señala que es posible aislar ocho dimensiones fundamentales de salud mental y patología de la familia, expresables como dimensiones bipolares:
  1. Individualización/Absorción
Individualización se refiere a la independencia de pensamiento, de sentimiento, de juicio de los miembros de la familia. Incluye un sentido estable de autonomía, de responsabilidad personal, identidad y de claridad de los confines del yo.
Absorción por el contrario, indica confines del yo poco definidos, una identidad dependiente de los otros, simbiosis, fusión del yo.
La persona con buena individualización tiene confianza en su propia adecuación. Es capaz de solicitar ayuda a los otros, pero se considera capaz de tomar sus propias decisiones. Apreciando su propia valía está dispuesta a ver y respetar la valía de los otros.
  1. Reciprocidad/Aislamiento
La reciprocidad mira al sentido de intimidad emotiva y de unidad que es posible solo entre individuos que tienen una identidad definida claramente.
El aislamiento por el contrario, mira a la alienación y al desinterés por los otros. El aislamiento puede instaurarse junto con la absorción (las identidades están tan fundidas que no son separables lo suficiente como para alcanzar la intimidad) o con el retiro aislado de las relaciones familiares.
Estas dos primeras dimensiones están unidas a los procesos de identidad. Una autonomía sana, genuina, se da solo si se mantiene una unión sana y satisfactoria. La comunión y la autonomía son el anverso y reverso de la misma medalla. No hay comunión si no existe una verdadera autonomía. La autonomía no sustituye a la unión, se suma a ella.
La individualización y la reciprocidad son igualmente necesarias para prevenir la absorción (intimidad sin autonomía) o la alienación (independencia sin intimidad).
  1. Flexibilidad/Rigidez
La flexibilidad hace referencia a la capacidad de ser adaptables y elásticos como respuesta a las diversas condiciones y al proceso del cambio.
La rigidez, por el contrario, indica la carencia de flexibilidad, respondiendo de forma inadecuada al variar las circunstancias, es decir, de un modo estereotipado y repetitivo.
  1. Estabilidad/Desorganización
La estabilidad tiene que ver con la consistencia, responsabilidad y seguridad en las interacciones familiares.
La desorganización indica una carencia de estabilidad o de consistencia en las relaciones familiares. Incluye una falta de previsibilidad y de claridad de responsabilidad.
Esta dimensión está en relación con el concepto de cambio. Un grupo familiar sano tiene que estar integrado internamente, debe ser autoestabilizador y rebosar capacidad de crecimiento. Debe preservar una capacidad fluida y elástica de cambio. Por consiguiente, la flexibilidad y la estabilidad son necesarias y preferibles a respuestas rígidas que niegan la necesidad (o la realidad) del cambio. Incluso, algunas respuestas desorganizadas son preferibles a una situación inestable que no permite una visión clara del cambio real.
  1. Claridad de percepción/Percepción no clara o distorsionada
Una percepción clara indica una conciencia no distorsionada de sí y de los otros. Como un fenómeno compartido, indica una clara percepción común y una evaluación consensual de eventos compartidos.
La carencia de una percepción clara indica, por el contrario, la confusión o percepciones vagas o distorsionadas del otro.
6. Claridad de comunicación/Comunicación no clara o distorsionada
La comunicación clara indica un intercambio claro de información entre los miembros de la familia. Incluye la necesidad de controlar la comunicación para clarificar el significado, la intención, etc., en caso de necesidad.
La comunicación distorsionada no se manifiesta como un medio para percibir e interpretar correctamente los mensajes del exterior. De ahí que si las hipótesis en las que se basan las propias acciones fueren defectuosas, el esfuerzo de adaptarse a la realidad resultará confuso e inapropiado.
  1. Reciprocidad de Rol/Roles no claros o conflictos de rol
La reciprocidad de rol, indica el acuerdo mutuo sobre modelos de comportamiento o sobre las secuencias en las que un individuo lleva a la práctica su rol teniendo en cuenta el rol del compañero. Estos intercambios de comportamiento se definen generalmente de forma implícita, pero también cabe la posibilidad de explicitarlos.
Los roles no claros o conflictos de rol indican la ausencia de un acuerdo claro sobre la complementariedad de conductas entre los miembros de la familia. De ahí puede resultar un comportamiento no claro de rol, o un conflicto permanente entre comportamientos poco definidos.
  1. Claridad de Confines intergeneracionales/Confines intergeneracionales vagos o interrumpidos
Los claros confines intergeneracionales indican una especificación de los roles recíprocos entre los miembros de la familia, es decir, las diferencias específicas entre las relaciones conyugales, paternas y fraternas. Por lo general, los miembros de cada generación suelen aliarse más estrechamente entre sí que los miembros de otras generaciones, mientras que los padres tienen la función ejecutiva de mantener cierto tipo de control.
Los confines intergeneracionales difusos o interrumpidos indican una falta de claridad que tiene graves consecuencias. Cuando los confines intergeneracionales son difusos, hay alianzas vagas o no claras que difuminan las diferencias entre las generaciones. Por otra parte, los confines interrumpidos indican una alianza entre los miembros de dos generaciones diferentes contra un miembro de la propia generación
Así, las ocho dimensiones del funcionamiento sano de una familia se agrupan en torno a cuatro áreas fundamentales:
  1. Procesos de Identidad
Individualización/Absorción
Reciprocidad/Aislamiento
  1. Procesos de Cambio
Flexibilidad/Rigidez
Estabilidad/Desorganización
  1. Procesos de Información
Percepción clara/Percepción no clara o distorsionada
Comunicación clara/Comunicación no clara
  1. Estructuración de Rol
Reciprocidad de rol/Roles no claros o conflictivos
Confines intergeneracionales claros/Confines intergeneracionales difusos.
Con base en lo anterior y desde nuestra perspectiva (la socionómica), consideramos a la familia como un grupo social primario en el que sus miembros se relacionan por vínculos de parentesco, de donde se derivan roles y jerarquías, partiendo del desempeño de ciertas funciones, se hace posible la formación de la persona mediante interacciones significativas hacia el interior del grupo, que permiten el desarrollo de las habilidades psicosociales, para que aquélla pueda integrarse a su sistema sociocultural y realice su existencia.

    1. Puntualizaciones socionómicas al estudio de la familia.
La socionomía es un campo de estudio que es sumamente potente ya que como hemos mencionado en capítulos anteriores, posee coherencia entre su perspectiva ontológica, epistemológica, teórica, metodológica y técnica. Se caracteriza por ser una mirada integradora con una importante flexibilidad en sus puntos de enfoque y aplicación.
En particular en lo referente al grupo familiar, la socionomía aporta amplias posibilidades tanto para la investigación como para la intervención educativa y clínica.
La investigación en socionomía familiar, es un campo sumamente amplio en el que es posible utilizar las tres ramas que la conforman: la sociometría, la sociodinámia y la sociatría.
La sociometría familiar permite la exploración de las organizaciones estructurales tanto de familias nucleares, extensas y reconstituidas a partir de la aplicación de sus métodos y procedimientos para la recolección, análisis e interpretación de los resultados; el campo de las investigaciones en sociometría familiar abarca temáticas desde la organización extensa para brindar ayuda una madre soltera, la manera como se reorganiza una familia reconstituida, el estatus sociométrico que un hermanastro ocupa al integrarse al nuevo núcleo familiar, las afectaciones en la cohesión familiar a partir de la aparición de un trastorno celotípico en uno de los miembros del grupo, la estructura y sistema de relaciones de una familia con una paciente con anorexia nerviosa, el reacomodo en el estatus y los roles con el nacimiento del primer hijo o del segundo.
A un nivel macro, es posible a partir del análisis sociométrico de grupos familiares, sea identificar las nuevas formas funcionales de organización familiar, el estatus sociométrico ocupado por algún rol como las madres o los abuelos. También es posible la exploración y comparación de átomos sociales de distintos miembros de la familia; la estructura y organización de familias con algún miembro consumidor de drogas, de las organizaciones de aquellas en las que hay presencia de violencia, la relación existente entre funcionamiento familiar y estructura sociométrica, los niveles de cohesión familiar y la estructura de relaciones en la familia, la relación entre los sistemas de normas y las estructuras sociométricas familiares. El campo para la investigación sociométrica familiar es tan amplio como la imaginación y las posibilidades del investigador.
Mientras que la sociometría familiar constituye la medición dura del sistema, en la que se realizan cortes transversales del fenómeno para tener una mirada fotográfica de las estructuras sociométricas, la sociodinamia familiar sería el complemento flexible y comprensivo, por lo que a partir de la observación analítica del contexto ambiental donde se encuentra la familia, la forma en que las actividades, interacciones y sentimientos se organizan dentro de cada grupo familiar particular para conformar los sistemas internos y externos, es que será posible que profundicemos ya sea en el estudio de las variables antes mencionadas para comprender sus efectos sobre las anteriores, o para mirar los temas fundamentales para la comprensión de determinado grupo familiar.
En lo que respecta a las aplicaciones para la intervención en el campo de la socionomía familiar, pueden ser de tipo preventivo o asistencial, ya que nos brinda elementos para el diagnóstico, el tratamiento y la evaluación; tanto a nivel clínico como pedagógico.
A nivel pedagógico, la sociometría y la sociodinamia familiar, nos permite mostrar a las familias las formas como se encuentra organizada tanto a nivel estructural como funcional, para que a partir de esto y mediante empleo de los métodos sociátricos (psicoterapia de grupos, sociodrama y psicodrama), se puedan generar procesos y situaciones en los que la(s) familias participantes transformen sus niveles de organización y funcionamiento de manera preventiva.
En el campo de la orientación y a partir de un trabajo anterior (Bezanilla, 2009), quedó demostrado que el método psicodramático es válido y confiable para ser aplicado en los tres niveles de la orientación generando procesos educativos vivenciales, que permiten un impacto profundo en las personas a partir de mirar y mirarse con y en familia, poder desarrollar las habilidades que les permitan abordar distintos temas de su situación familiar.
En el campo de la clínica, y como menciono arriba, tanto la sociometría como la sociodinámia nos brindan elementos para el diagnóstico y la evaluación de las intervenciones, pero es aquí donde se despliegan al máximo los recursos de la sociatría.
Es posible abordar a una o varias familias de manera simultánea, siendo posible la aplicación de la terapia de grupo, el sociodrama y el psicodrama para el tratamiento de problemas de salud familiar como: crisis vitales y del desarrollo, reorganización y recomposición familiar, manejo de duelos, crisis emocionales y neuróticas, psicopatologías graves y psicosis.
En el presente capítulo he presentado a la familia desde la perspectiva socionómica, a partir de su caracterización como grupo social tanto a nivel estructural como funcional. También he esbozado brevemente algunas líneas de trabajo que se pueden seguir en socionomía familiar tanto a nivel de investigación como de intervención.
En los capítulos siguientes, me enfocaré en ejemplificar lo dicho a partir del método de casos siendo estos propios en la medida de lo posible, o recurriendo a los publicados por otros cuando no me quede otra alternativa.
1 Para este momento y con base en lo planteado en el Capitulo 1 de la primera parte, debemos tener claro que ya se ha instaurado el patriarcado.

2 A lo “normal” desde esta perspectiva, se le entiende como las configuraciones afectivas que se generan entre las personas a partir de los criterios de consanguinidad.


3 Sería objeto de nuevas investigaciones determinar si es que esa telé negativa resultante de estas relaciones transferenciales estaba ahí de origen pero era opacada por los contenidos proyectivos, o si es el resultado de los sentimientos desagradables resultado de interacciones confusas donde ambos miembros quedan en falta a partir de la poca claridad del vínculo.