El interés particular de enfocarnos al estudio de los grupos familiares obedece primordialmente a dos razones; la primera es que desde distintas perspectivas, se considera que la familia es el grupo primario por excelencia, siendo ésta la institución fundante de la sociedad; por lo que el abordaje a este grupo particular permitiría al interesado tener una comprensión puntual de aquellas fuerzas que llevan a la formación, desarrollo y disolución del resto de los grupos.
martes, 14 de enero de 2014
ÍNDICE
ÍNDICE
Prologo
Introducción
1
Primera
Parte
5
- DEL ORIGEN DE LA FAMILIA A LA CRISIS DE LA FAMILIA PATRIARCAL 6
- El origen de la familia: breve perspectiva histórica. 6
- El desarrollo de la familia en México.. 10
- La crisis de la familia patriarcal: situación actual. 15
- LA PERSPECTIVA SOCIONÓMICA 29
- Fundamentos teóricos de la socionomía 29
- Concepto socionómico de grupo. 40
SEGUNDA
PARTE: Socionomía Familiar
- EL ESTUDIO DE LA FAMILIA DESDE LA SOCIONOMÍA. 62
- El grupo social primario. 62
- Puntualizaciones socionómicas al estudio de la familia. 78
- SOCIOMETRÍA FAMILIAR. . 81
- Primer caso: Sociometría de una familia reconstituida. . 81
- Segundo caso: La importancia de la familia extendida como red de apoyo a una madre soltera. 90
- SOCIODINÁMIA FAMILIAR. 106
- Primer Caso: “Estar Juntos” y “Estar aparte” en San José Aztatla. 111
- Segundo caso: sociodinamia de una familia extendida y la red de apoyo a una madre soltera. 135
- Amanera de conclusión 142
- SOCIATRÍA FAMILIAR. 144
- El principio del encuentro 144
- La estructura interactiva 145
- Vivencias comunes conscientes e inconscientes 146
- Intercambio de roles 147
- Los factores curativos del grupo 147
- Psicoterapia de Grupo 155
- El Psicodrama y el sociodrama 156
- Caso clínico: La familia “S” 156
- El tratamiento sociátrico 171
CONSIDERACIONES
FINALES. 178
REFERENCIAS.
187
Prólogo
Prólogo
Hace
tiempo que conozco a los autores del libro, José Manuel Bezanilla y
Ma. Amparo Miranda, por haber coincidido con José Manuel en los
asuntos de la dirección de la Revista que dirigen “Revista
Internacional PEI: por la Psicologìa y Educaciòn Integral” y en
la coordinación de un libro sobre Enfermedad y Familia y me ha
llamado la atención la gran experiencia clínica que poseen así
como la creatividad que muestran en las diferentes tareas que
emprenden. Los autores cuentan con una amplia trayectoria clínica,
de investigación y de publicaciones. La presente obra es uno de los
productos de ese largo trabajo.
La presente obra se justifica por el
propósito loable
de dar a conocer alternativas interesantes en el estudio de grupos y
familias pues abre nuevas perspectivas a la mente de los lectores y
profesionales interesados.
Los
lectores encuentran en la obra una
síntesis bien organizada sobre la teoría de los grupos desde la
perspectiva de Moreno por una parte, la socionomía con sus tres
ramas de la sociometría, la sociodinámia y la sociatría en sus
aspectos preventivo a asistencial y por otra la teoría del
interaccionismo de Homans con sus elementos principales de
actividades, interacciones y sentimientos dentro de una concepción
sistémica que abarca el sistema interno y el externo. La socionomía
se enfoca en el estudio de los principios y fenómenos microsociales
(grupos pequeños, instituciones y comunidades).
Se
realiza una elaboración detallada de la evolución de la familia a
través de la historia (Bachofen, Morgan, Engels etc.), en especial
el desarrollo de acuerdo a la historia y cultura mexicana remarcando
el papel de la familia actual en su crisis y transformación. Se
mencionan las dimensiones de la salud psicológica de las familias
organizadas en 4 àreas: identidad, cambio, información y
estructuración de roles.
Ambos
enfoques (Moreno y Homans) se aplican al grupo primario de la familia
en relación al diagnostico y al tratamiento de los problemas
familiares, con lo que emerge en los lectores una perspectiva
novedosa y refrescante. La familia es un grupo aunque especial por lo
que muchos de los elementos de un grupo se pueden aplicar también a
la familia para la comprensión de su organización y dinámica.
Las
aportaciones principales
de los autores son desde nuestro punto de vista cuatro: la primera
es la vinculación de la teoría de los grupos a la dinámica
familiar; la segunda es la propuesta de un esquema para el
diagnostico y tratamiento; la tercera consiste en una serie de casos
que ejemplifican e ilustran de manea didáctica todos los aspectos
anteriores en la que los autores comparten con el lector el trabajo
que han realizado exitosamente por años.
Entre
los varios casos mencionaremos a guisa de ejemplo dos, una familia
reconstituida y la red de apoyo a una madre soltera por parte de la
familia extensa y la cuarta como conclusión de lo anterior enfatiza
una estrecha unidad entre la teoría y la practica muy atractiva para
los profesionales del estudio teórico y practico de los asuntos
familiares que deseen incorporar nuevos supuestos y herramientas en
el trabajo con la familia por lo que los lectores adquieren una guía
accesible para su trabajo con las familias desde la construcción de
un diagnostico hasta la elaboración de un plan de acción
terapéutico.
Estas
cuatro características son la razón por la que las personas
deberían de leer este libro, con cuyo análisis adquieren una
compresión especial de la familia, de sus temas, papeles, funciones,
problemas y soluciones con las herramientas de la teoría de Moreno
(sociomatriz, psicograma, sociograma) que por su forma gráfica
pueden impactar también a la conciencia de la familia como un todo,
de los subgrupos y de los individuos.
Otras
características especificas también son de interés como la
unificación de los diferentes conceptos en un todo que se aparta de
la fragmentación y la profundización en la sociodinamia, que había
quedado algo dejada de lado. Se describen algunos conceptos
interesantes como la telé, la creatividad, el co-inconsciente
interaccional (familiar).
En
suma es un libro práctico, de fácil lectura en el que se explican
bien tanto la teoría como la aplicación de los conceptos a los
casos reales de la vida, con lo que el lector se forma una idea
precisa de las posibilidades para un desempeño eficiente en las
labores practicas de la profesión clínica. Por último no podemos
dejar de mencionar el que la lectura del libro ”Socionomía
familiar: una mirada compleja” se
disfruta, con lo que el aprendizaje es completo.
México
Distrito Federal a 20 de diciembre del 2013
José
Antonio Vírseda Heras
Universidad
Autónoma del Estado de México
Introducción
Introducción
El
presente trabajo representa una primera síntesis de más de diez
años de formación e investigación, en los que nos hemos dedicado
al conocimiento de distintos tipos y formas de grupos abordándolos
desde el sistema de pensamiento propuesto por Jacobo Levy Moreno.
El
interés particular de enfocarnos al estudio de los grupos familiares
obedece primordialmente a dos razones; la primera es que desde
distintas perspectivas, se considera que la familia es el grupo
primario por excelencia, siendo ésta la institución fundante de la
sociedad; por lo que el abordaje a este grupo particular permitiría
al interesado tener una comprensión puntual de aquellas fuerzas que
llevan a la formación, desarrollo y disolución del resto de los
grupos.
En
segundo término, lo que algunos llaman la crisis de la familia, o
como más atinadamente podría decirse; la crisis de la familia
nuclear patriarcal. Al respecto, un importante número de autores
(Kuhn, Morin, Bauman, Gallegos, Buber, Castells, entre otros) han
mencionado que en los tiempos actuales del siglo XXI, la sociedad
humana se encuentra enfrentando una profunda crisis de sus
fundamentos, a lo que el grupo primario de origen no puede ser ajeno.
Con base
en lo anterior y dadas las características de la situación, nos
parece no solo necesario sino fundamental, proponer una alternativa
teórico-metodológica para el estudio e intervención de la familia
en general y de distintos tipos y formas de grupos familiares en lo
particular.
Para la
realización de tal tarea, este trabajo se encuentra organizado en
seis capítulos. Si bien dicha separación es necesaria para fines
didácticos y analíticos, no es congruente del todo con los
principios del pensamiento socionómico, ya que éste es en sí
integrativo y complejo.
En el
primer capítulo, realizamos un recorrido histórico conceptual sobre
los orígenes de la familia; tanto en lo general retomando diversas
obras clásicas; como en lo particular en nuestro país, analizando
su proceso histórico desde sus orígenes prehispánicos, hasta los
tiempos actuales en los que, de acuerdo con Castells, asumimos que la
familia se encuentra en una crisis estructural, al verse cuestionadas
sus bases de organización patriarcal; esto corroborado a partir del
análisis de diversas estadísticas nacionales en las que comparamos
los cambios que se han presentado en nuestro país desde el siglo XX.
En el
segundo capítulo hacemos una sintética presentación de los
conceptos principales que conforman el pensamiento socionómico,
pretendiendo que más allá de un ejercicio descriptivo, constituya
una actualización de ellos a partir de la inclusión de revisiones
tanto de otros autores que han trabajado el tema, como propias, a
partir de nuestro trabajo científico y profesional.
Para
esta revisión presentamos el concepto de telé, la teoría de roles,
el factor espontaneidad-creatividad, el inconsciente individual,
co-inconsciente e inconsciente colectivo. Además de los de grupo
primario y secundario; una caracterización de la socionomía así
como de sus partes, la sociometría, sociodinamia y sociatría.
En este
punto termina la primera parte de este trabajo, que fundamentalmente
presenta antecedentes y referentes teóricos. La segunda, conformada
por los capítulos del tres al seis, sería la parte de desarrollo.
En el capítulo tres reaizamos una conceptuación de la familia desde
la psicología de los grupos, presentando algunas puntualizaciones
socionómicas para el estudio de esta, así como la propuesta de un
concepto socionómico de familia.
En el
capítulo cuatro y a partir de la presentación de dos casos,
desarrollamos la sociometría familiar, para a partir de ahí mostrar
cómo es que la familia al ser un grupo social, no es ajena a los
principios generales de comportamiento de los grupos, en particular a
lo que se refiere a su estructura organizativa con base en la
dinámica de roles, las fuerzas de la telé y el motivo para su
reunión. Este capítulo nos permitió afinar las técnicas
sociométricas para su aplicación a grupos familiares, ya que una
particularidad de éstos y que los hace distintos al resto de los
grupos, son las estructuras de parentesco, que imponen en sí mismas
una disposición determinada al grupo con base en los designios
culturales.
En el
quinto capítulo, trabajamos sobre el desarrollo de la sociodinamia
familiar, en donde a partir de los principios propuestos por Moreno,
y enriqueciéndolos con lo planteado por Homans acerca del grupo
humano, retomamos uno de los casos presentados en el capítulo
anterior, exponiendo un análisis mucho más profundo y comprensivo
que el sociométrico, partiendo de la premisa de que mientras la
sociometría es netamente descriptiva, la sociodinamia es básicamente
comprensiva. Adicionalmente, retomamos un caso antropológico de una
comunidad que se encuentra en transición entre una economía
agrícola, artesanal e industrial. Lo anterior además de darnos la
posibilidad de someter a prueba los conceptos básicos del método
sociodinámico, permitió de manera indirecta y como un fenómeno
serendípitico, hacer una comparación entre ambos grupos familiares,
donde a partir de ubicar sus profundas diferencias estructurales y
dinámicas, identificamos que dentro de la dinámica de estos grupos
familiares, existen dos conceptos que resultan relevantes para
determinar la forma en cómo éstos se organizan; situación que fue
reforzada con el caso presentado en el capítulo seis.
En el
sexto capítulo, desarrollamos la sociatría familiar, donde a partir
de una presentación de los conceptos básicos de esta rama de la
socionomía, mostramos un caso de terapeutica familiar, fundamentada
desde esta perspectiva. Simultáneamente, sirvió como síntesis de
los capítulos anteriores, ya que el diagnóstico lo desarrollamos
desde la sociometría y la sociodinamia. De este capítulo se
desprende que tanto la terapia de grupos, como el psicodrama, cuentan
con las suficientes cualidades para intervenir de manera clínica en
un grupo familiar.
A manera
de conclusión y con base en las evidencias derivadas de los casos
clínicos presentados, mostramos que el sistema de pensamiento
socionómico cuenta tanto con los elementos teóricos y técnicos
para aplicarse de manera particular a grupos familiares, ya sea con
la intención de investigación básica o aplicada, o con el sentido
de intervención educativa o clínica.
A manera
de advertencia, queremos puntualizar que en congruencia con un
posicionamiento comprensivo interpretativo sobre la familia, un
investigador no puede abstraerse de tomar una postura ética, moral y
política sobre su objeto, por lo que en particular, no guardamos
ningún rechazo sobre las nuevas formas que van tomando los grupos
familiares, especialmente porque como objeto de estudio, nos parecen
fascinantes y demuestran que tanto los grupos como las instituciones
son entes vivos, aunque por la lentitud de su movimiento, en
ocasiones parezcan estáticos.
Es por
lo anterior que, para aproximarse al presente, recomendamos que el
lector se prepare abriendo el criterio a las múltiples posibilidades
que presenta una investigación de esta naturaleza, con el fin de que
pueda penetrar en su sentido primario más allá de los debates
éticos o religiosos, ya que éstos trascienden los objetivos de este
trabajo.
Como
prospectiva de esta investigación, se vislumbran líneas que en
primera instancia se dibujan harto ricas para ser seguidas, así como
preguntas a distintos niveles a las cuales no hubo tiempo ni era el
propósito dar respuesta, entonces este documento, más allá de ser
un fin, representa el principio de un largo camino por recorrer.
DEL ORIGEN DE LA FAMILIA A LA CRISIS DE LA FAMILIA PATRIARCAL.
- DEL ORIGEN DE LA FAMILIA A LA CRISIS DE LA FAMILIA PATRIARCAL.
En este apartado
realizaremos un recorrido sobre los orígenes y transformaciones que
ha sufrido la familia tanto de modo general como en nuestro país
(México). Partiremos de la revisión de algunos textos que explican
los orígenes de la familia como un grupo social y cómo es que éste
se va modificando por motivos económicos y políticos hasta tornarse
en una organización fundamentalmente patriarcal.
Realizaremos un breve
recorrido histórico en torno a la organización y evolución de la
familia en México, desde los tiempo prehispánicos hasta la primera
década del siglo XXI, a partir del cual podremos observar que tanto
a nivel global como nacional comienza a ponerse en tela de juicio la
organización familiar patriarcal, el fracaso de los intentos por la
nuclearización de la familia mexicana y la necesidad de abrir nuevas
líneas de debate e investigación teórico-metodológicas para poder
abordar las nuevas realidades de organización familiar, ya que las
presentes hasta la fecha no son lo suficientemente potentes ni logran
explicar todas las formas existentes.
- El origen de la familia: breve perspectiva histórica.
Desde mediados del
siglo XIX, tanto en la filosofía (ej. Rousseau, 1762) como en las
ciencias sociales (ej. Herder, 1785; Comte,1830) existía el consenso
general de que el modelo universal de familia era el nuclear, siendo
el matrimonio monogámico el único reconocido.
Con la publicación
del texto de Bachofen El
derecho materno
en 1861, se abre la posibilidad de explorar otras realidades,
especialmente con los planteamientos innovadores sobre el origen de
la familia, referentes al “heterismo”,
considerándolo como un estado de promiscuidad sexual en el que sólo
era posible reconocer la filiación materna, dado que en ese entonces
resultaba difícil ubicar la paternidad. De ahí que la organización
familiar se fundamentara en el “derecho
materno”,
donde la organización familiar y de los grupos giraba en torno al
maternaje, ya que eran ellas las que daban origen a las nuevas
generaciones.
Es a partir de lo
anterior que se introduce tanto en el pensamiento científico como en
el filosófico, la posibilidad de que el desarrollo de la humanidad y
los grupos familiares haya sido variado y asincrónico, llegando a
considerarlo como una manifestación de la evolución histórica de
los grupos culturales y sus instituciones.
Otro de los trabajos
relevantes, lo desarrolló Lewis H. Morgan (1971) quien en 1877 y a
partir de estudios minuciosos de las tribus iroquesas, muestra con
gran claridad las diferencias de denominación de la parentela entre
éstos y el sistema angloamericano. A partir de sus investigaciones,
plantea una teoría de la evolución de los grupos familiares desde
una perspectiva similar a la de Bachofen.
El siguiente punto de
evolución de los grupos familiares, lo constituye la familia
consanguínea.
Ésta marca un punto de avance en la organización grupal,
especialmente en lo referente al ejercicio de la sexualidad. El grupo
familiar se encontraba organizado en torno a círculos
generacionales, lo que significa que las relaciones sexuales y la
procreación sólo podía darse entre los miembros de la misma
generación, es decir, entre hermanos.
Existía en la
familia consanguínea, la promiscuidad sexual y prevalecía la
filiación y el derecho matrilineal. Dentro de estos grupos,
encontramos tres niveles de parentesco: los abuelos, los padres y los
hijos; situación que seguramente marcaba toda una forma de
organización de las relaciones, la división del trabajo, los roles
y normas, siempre en torno a la supervivencia del grupo familiar.
El tercer estadio en
la evolución de los grupos familiares, lo constituye lo que Morgan
denominó la familia Punalúa,
que presentaba un nivel más elevado de organización, ya que se
caracterizaba por los matrimonios grupales. Esta organización
garantizaba la supervivencia del grupo familiar, en donde prevalecía
el derecho materno y quedaban excluidas las relaciones sexuales entre
hermanos, por lo que los matrimonios se daban entre primos o entre
personas que eran incorporadas al grupo.
Al respecto, aclaran
Morgan y Engels (2006) que el desarrollo de los grupos familiares de
ninguna forma fue lineal y consecutivo, sino que seguramente
existieron muchas formas de organización grupal-familiar
intermedias, pero que muy probablemente desaparecieron por su poca
funcionalidad y/o inviabilidad debido al deterioro genético por la
no regulación de la sexualidad y la procreación, por lo que las
evidencias que les llegaron a ellos (siglo XIX) y que nos transmiten,
pertenecen a aquellos grupos que fueron más eficientes y pasaron la
prueba del tiempo permitiéndoles dejar huella. Por su parte, Maine
(1861) menciona que posterior a la etapa de promiscuidad, los grupos
familiares se organizaron con base en la ley del padre, siendo de
esta manera que se originó la organización social vigente hasta los
tiempos modernos.
El cuarto estadio en
la organización del grupo-familiar los constituyen las Gens,
siendo dentro de éstas donde se establece la primera restricción
formal al ejercicio de la sexualidad, primero entre hermanos y
posteriormente, entre cualquier tipo de familiares. Podemos ubicar
que es en esta forma de organización donde se presenta la primera
institucionalización, al establecer límites claros que diferencian
a la familia nuclear del resto del grupo. Dentro de la primera,
prevalece el derecho materno, pero a raíz de las restricciones
sexuales, comienza a dificultarse el conseguir pareja por lo que
comienza a establecerse el robo de mujeres.
Posterior al
establecimiento de la Gen, se observa la Familia
Sindiásmica.
Mencionan que es en este tipo de organización donde se establecen
relaciones monogámicas, en la que la infidelidad para los hombres
estaba permitida mientras que era duramente penada para las mujeres.
Aquí se ubica el fin
del derecho materno y el establecimiento del derecho paterno.
Mencionan los autores que este desplazamiento del derecho obedece más
a fines económicos que de otro orden. Aclaran que fueron las mujeres
quienes lo propiciaron, a partir de la especialización del trabajo
con el surgimiento de la agricultura y la ganadería; ya que se
consideraba establecido que cada quien era el dueño de sus
herramientas y del producto del trabajo de ellas. En consecuencia,
mientras las mujeres se quedaban dentro del hogar realizando trabajo
doméstico, los hombres acumulaban riqueza a partir de los sobrantes
de la producción agrícola y ganadera, por lo que comienzan a
plantearse la pregunta “¿quién
heredará mi riqueza cuando muera?”.
Como respuesta a esta
inquietud, las mujeres ceden su estatus dentro del grupo,
pretendiendo garantizar a los hombres la paternidad de sus hijos,
para que de alguna manera, fueran éstos los herederos de la riqueza
y posesiones del pater.
Es aquí cuando comienza el establecimiento de familias nucleares
pero, al ser altamente frágiles para la vida autónoma, continúan
cohabitando con el grupo extendido de origen, pero con la diferencia
de que la cohabitación pasó de la Gen materna a la paterna.
Posteriormente, se
establece la Familia
Monogámica,
donde se obliga la fidelidad de los cónyuges, estableciéndose la
indiscutibilidad de la “paternidad” lo que permite la herencia
del “patrimonio”. En este tipo de grupo-familia, la mujer se
encontraba esclavizada formando parte de la propiedad del “pater”.
Mencionan Morgan y Engels que este tipo de grupo-familia era
característico del Imperio Romano, siendo aquí donde surge el
concepto de “Familia”, derivado de “famulus”
que hace referencia a los esclavos que son propiedad del patriarca y
cohabitan en la misma casa.
El trabajo de Morgan
fue retomado por Federico Engels (2006), quien en 1884, presenta una
reelaboración comunista. Lo valioso de esta aportación es la
relación que hace del desarrollo de los modos de producción y
trabajo con los miembros de la familia, destacando que a menor
desarrollo y sofisticación del trabajo, mayor dependencia existirá
de los vínculos de consanguinidad. Aclaró que conforme avanzaba la
sofisticación de los medios de producción, colocando el valor del
trabajo en personas fuera del círculo familiar, comenzó la
desaparición de la sociedad antigua, dando origen a la moderna,
quedando en el núcleo de ésta el capital y la propiedad sobre la
pertenencia y la sangre.
Por su parte,
Westermarck (Citado en López 1993) critica fuertemente la poligamia
y la promiscuidad, mencionando que el matrimonio monógamo y la
familia nuclear son la unidad primera para el desarrollo de la
humanidad, es decir que los grandes grupos familiares se conformaban
por pequeños grupos nucleares que mantenían redes de interacción y
cooperación entre sí. Con respecto a la sexualidad, apoya la
hipótesis de Morgan que sostiene que los grupos familiares que
tuvieron mejores oportunidades de sobrevivir fueron los que
mantuvieron un sistema de relaciones exogámico.
Boas (1964) menciona
que el desarrollo de los grupos familiares más que encontrarse
ligado al desarrollo de la cultura, lo hace al de la economía, de
ahí que las organizaciones al interior de los grupos familiares
tuvieran una estrecha relación con las actividades necesarias para
la supervivencia, por lo que mantuvieron relaciones de
interdependencia con las condiciones del ambiente.
Para los fines de la
presente investigación, y sin importar si el desarrollo de los
grupos familiares ha obedecido a un evolucionismo, leyes naturales o
económico materialistas, nos interesa rescatar que desde los más
antiguos orígenes de la humanidad, siempre han existido grupos
familiares, ya sean extensos con amplias redes de vínculos
parentales, ya sean pequeños y nucleares que se asociaban con otros
grupos familiares para sobrevivir; fundamentados en las leyes de la
filiación materna o sobre una base patriarcal.
Vale la pena
puntualizar que el planteamiento que mejor nos sirve para explicar
nuestra postura aunque fuertemente criticado, es el de Morgan
retomado por Engels, especialmente en la etapa que se refiere a la
familia monogámica, ya que es en este momento cuando se establece el
modelo de familia occidental que prevalece hasta nuestros días. Aquí
marca Engels que se da el triunfo de la propiedad privada sobre la
comunal, así como el cambio del estatus social de la función a la
posesión.
Y es en este momento
donde se da la transformación de la organización comunitaria a la
societal (Alvaro, 2010), ya que en la primera prevalecían las
organizaciones con base en el parentesco, lo que propiciaba la
conformación de grupos familiares amplios; mientras que la segunda
favorece la afirmación individual y la libertad de elección, por lo
que propicia organizaciones familiares nucleares más o menos
emancipadas del parentesco.
- . Desarrollo de la familia en México1.
El apartado anterior
habla del desarrollo histórico de la familia en general, mientras
que en el presente me enfocaré en presentar un panorama general del
proceso de la familia en México, partiendo de la época prehispánica
a la primera década del siglo XXI.
- El grupo familiar en la época prehispánica
Siguiendo la lógica
señalada, podemos observar que en el México Tenochtitlan y los
pueblos que estaban bajo el dominio nahua, las organizaciones
familiares estaban constituidas a manera de Gens, ya que eran grupos
amplios y extensos, que se constituían con base en los vínculos de
parentesco. Carrasco (1993 citado en Esteinou, 2008 y Carrasco, 1982)
menciona que los hogares en el centro del país se encontraban
conformados por un promedio de entre 6 y 8 personas con un porcentaje
de entre 43 y 61 porciento de hogares conjuntos.
Estos hogares se
encontraban organizados en torno a la figura del padre generalmente,
ya que como lo demuestra Kellog (2005), el sistema de parentesco era
bilineal, prefiriendo la patrilocalidad. En general, era posible
encontrar que dos o más de los hijos habitaban en la misma
localidad, y la familia funcionaba como una comunidad en su conjunto,
ya fuese para la producción y/o para el consumo, ya que los hijos
jóvenes recién casados se mantenían bajo la tutela del pater
y no era sino hasta que demostraban su capacidad y valía para la
comunidad que le eran asignadas tierras para su cultivo personal,
pero siempre se encontraban circunscritas a las pertenecientes al
grupo familiar, por lo que siempre se mantenían relaciones estrechas
con la casa de origen y con las de otros parientes.
Dado que el ambiente
en que se encontraban estos grupos familiares era duro y con fuertes
demandas para la supervivencia, las relaciones entre los miembros del
grupo familiar se enfocaban a fomentar y mantener la cohesión
interna (López Austin, 1982 en Esteinou 2008), por lo que la
sumisión u obediencia al jefe de familia era total; se encontraban
perfectamente claras y definidas las normas, derechos y obligaciones.
Esto se manifestaba especialmente en tono a un fuerte control moral
sobre la sexualidad de los individuos, de ahí que se daba una
importancia preponderante a la endogamia siempre con base en el
arreglo de los padres mediado por una casamentera.
Los roles se
organizaban claramente por sexo y edad, siempre bajo la autoridad de
los jefes de la casa, por lo que no había espacio para que los
jóvenes tomaran libres decisiones ya que éstas debían estar
sometidas a los intereses y necesidades del grupo familiar y su
comunidad circundante.
Otro elemento
importante es el que se refiere a la responsabilidad en la crianza de
los niños, porque como lo menciona Kellog (2005), ésta se
encontraba a cargo del grupo familiar y de parentesco, ya que eran
ellos los encargados de inculcar los valores culturales y morales a
los infantes, por lo que las primeras experiencias de vida de los
niños se encontraban circunscritas a un contexto grupal. La
socialización era un asunto de todo el grupo familiar y la
comunidad.
Con base en lo
anterior, podemos mencionar que en la época prehispánica, las
familias poseían una organización de grupos extensos que
generalmente compartían la residencia y que mantenían fuertes
vínculos de comunicación y cercanía con el resto de los grupos de
parientes. De ahí que la vida familiar no era del orden de lo
privado, sino que pertenecía a la lógica comunitaria, con una
estructura de normas altamente rígida teniendo a la figura del jefe
de familia como su representante y una dinámica de roles
perfectamente definida.
- Crisis y ruptura: los grupos familiares con la conquista
La conquista se
caracterizó por ser una época de desestructuración (Esteinou 2008)
para los grupos familiares en Nueva España, y a pesar de las fuertes
presiones a las que se vio sometida la familia indígena, ésta
resistió y mostró signos de una importante capacidad de adaptación.
Menciona Esteinou que
durante la conquista, se dio una significativa disminución del
tamaño de los grupos familiares indígenas. Esto lo atribuye al
marcado despoblamiento que se dio por dos fuertes epidemias durante
el siglo XVI y que arrasaron con el noventa por ciento de la
población indígena, así como por las importantes migraciones a
partir del esclavismo asociado a los latifundios creados por los
conquistadores, lo que trajo como resultado la fragmentación de los
hogares y un debilitamiento de las estructuras y normas que mantenían
la cohesión y arraigo a la tierra que estaba presente en la familia
prehispánica.
1.2.3
Orígenes distintos estructuras similares: la familia durante la
colonia
Durante el periodo de
la colonia (siglos XVI a XIX), se observó una importante disminución
del tamaño de los grupos familiares (de 8 a 4 o 5 integrantes en
promedio) indígenas, así como una creciente presencia de aquellos
de otros tipos, como los de los peninsulares, criollos, mestizos y
negros (Kellog, 2005 y Esteinou 2008).
Aunque el número de
las familias indígenas se vio reducido, mantenían una lógica de
organización y funcionamiento colectivo, siendo que incluso fue
posible la observación del surgimiento de grupos de residencia
multifamiliares, o lo que hoy se conoce como vecindades, en las que
podían confluir pequeñas familias nucleares en un mismo predio, a
la usanza de los tiempos anteriores. Dicha lógica comunitaria se
presentó en los grupos familiares de las distintas etnias, así era
posible observar que tanto las familias peninsulares como las
mestizas y las negras, se organizaban en grupos extensos y complejos,
en los que prevalecía aún un fuerte control de la parentela y la
comunidad (aunque los códigos que seguían cada uno de los grupos
familiares eran distintos).
Una de las
características que se desarrollan en la época novohispana es el
del familismo;
esto gracias a las fuertes influencias y trabajo de la iglesia
católica en el nuevo mundo para salvar las almas de los “sin
razón”
(Esteinou, 2008), que se manifestaba a través del fomento de la
libre elección del cónyuge, sin dejar de lado del todo la
influencia de los padres en el arreglo matrimonial, o como lo
menciona Engels, se estaban sentando las bases del amor romántico
burgués en la forma, fundamentado en los preceptos del Concilio de
Trento y las Siete Partidas, pero sin dejar de lado los arreglos
económicos que preveían las leyes españolas, mientras que en el
fondo mantenía una estructura de relaciones de familia monogámica,
totalmente patriarcal en la que tanto los hijos como la esposa se
sometían e incluso pertenecían al padre, al grado de que la ley
preveía que un hombre tenía el derecho de disciplinar a su mujer (y
no se diga a los hijos) si lo consideraba conveniente, pudiendo
privarla de la vida, siempre que hubiera vecinos que lo atestiguaran.
Las tendencias antes
descritas se mantuvieron durante toda la época colonial y hasta la
primera mitad del siglo XIX, siendo en este momento a partir de la
guerra de reforma y el establecimiento de la constitución
republicana, la instauración civil del contrato matrimonial
partiendo de la elección personal y el establecimiento de la escuela
como espacio para la educación de los hijos que se dieron las
condiciones para la transformación de la lógica comunitaria a la
societal dentro de los grupos familiares, dando paso a una separación
nítida de los pequeños grupos nucleares, propiciando la íntima
domesticidad (Esteinou 2008), abriendo el camino al “amor
romántico”, al cuidado esmerado de la niñez, y a la conformación
del grupo familiar como un espacio afectivo más que de trabajo y
económico.
En estos tiempos,
aunque el Estado se construía como laico, los grupos familiares
obedecían a una lógica católica biologisista (Idem.)
sobre las diferencias de género, de ahí que la organización
patriarcal de épocas anteriores, continuara presente, por lo que los
roles y las funciones se encontraban clara y rígidamente definidos.
Así que los hombres construyeron un rol público y de proveedores,
mientras que las mujeres enfocaron sus esfuerzos en roles privados y
domésticos, orientados al maternaje y cuidado del marido.
- La familia mexicana, modernidad y transición: 1900-1970
El siglo XX recibe a
los grupos familiares mexicanos con fuertes contradicciones y
divisiones, ya que en las zonas rurales, se conservaban costumbres
coloniales, con base en un rígido patriarcado donde los padres en
primera instancia y posteriormente la comunidad, tenían injerencia
en la elección de la pareja y la celebración de los matrimonios y
se tenía un respeto importante por los vínculos de parentesco.
Menciona Esteinou
(2008) que además de las características mencionadas arriba, en las
regiones urbanas, se establecen patrones de relación modernos, que
posibilitan el establecimiento de grupos familiares pequeños y con
ciertas características de nuclearización, pero que a pesar del
establecimiento de estilos de vida nuevos y una importante
individualización de las personas, durante este periodo se mantuvo
una organización con base en los vínculos de parentesco. De ahí
que prevalecieran fuertes tendencias familistas de lealtad y cohesión
con una preponderancia del padre, pero con límites sobre las
elecciones individuales.
- Grupos Familiares hacia el nuevo siglo de 1970 al 2000
En estos tiempos y a
partir de las transformaciones que se han dado dentro de la sociedad
mexicana, Esteinou (Op
cit.)
menciona que los patrones de relación y estructuración de los
grupos familiares sufrieron transformaciones importantes,
especialmente y de manera mucho más clara el tipo de relaciones que
se mantienen al interior del grupo familiar, ya que aunque sigue
presentándose una dinámica patriarcal, existe la presencia de
equidad en cuanto a las tareas y obligaciones acompañada de
expresividad emocional y afectiva entre la pareja y los hijos, por lo
que las diferencias de género –menciona la autora- no son una mera
repetición de los patrones anteriores, ya que a partir de los nuevos
contextos, las desigualdades son asimétricas y corresponden a
arreglos específicos al interior de cada grupo familiar.
Dentro de este
contexto, se presentan dos tipos de organización al interior de los
grupos familiares: el primero, se refiere a mujeres que se han
mantenido fuera del ambiente laboral, y han preferido dedicarse a las
labores domésticas por elección, situación que marca un
distanciamiento importante de los patrones más tradicionales, ya que
a partir de esta “elección”, es que la mujer se posiciona de
manera distinta en este rol, teniendo mucha más libertad en cuanto a
sus decisiones en lo referente a la crianza de los hijos, su rol como
madre y el ejercicio de su sexualidad.
Mientras que el
segundo, se ubica con mujeres trabajadoras, lo que no necesariamente
corresponde a una “elección” más que a una “necesidad”, en
la que deben “resignarse” a salir de su casa y en el caso de que
no alcancen los recursos, obteniendo el “permiso” de sus parejas,
con mayores niveles de escolaridad a los que podían alcanzar
anteriormente y similares o superiores a los de sus parejas y que se
encuentran con amplios márgenes de negociación en cuanto a la
organización del trabajo, la manutención económica y el ejercicio
de la sexualidad, lo que ha propiciado una mayor flexibilidad en los
roles, creando la necesidad del ejercicio de roles funcionales más
que sociales. Este tipo de relaciones se han vuelto más complejas y
conflictivas, ya que se encuentran más abiertas a la racionalidad y
el escrutinio, por lo que se encuentran mucho más expuestas a la
redefinición, conflicto y ruptura.
Los puntos anteriores
generan que los grupos familiares de los albores del siglo XXI,
presenten dinámicas y formas de organización sumamente flexibles y
líquidas (Bauman, 2002) , de ahí que los patrones de referencia y
conceptuales clásicos no tengan suficiente potencia explicativa, por
lo que se considera necesario el desarrollo de nuevos conceptos y
miradas teóricas que permitan una explicación y contextualización
de estos grupo en las condiciones dadas, especialmente porque a pesar
de las características de la época, se observa que las redes de
parentesco siguen jugando un importante papel en la organización de
los grupos familiares, que rebasan los núcleos residenciales y
cohabitacionales, ya sea para el intercambio de bienes y
socialización, o para la compartición de ayuda y sobrevivencia ante
situaciones de marginación y pobreza.
- . La crisis de la familia patriarcal: situación actual.
Manuel Castells
desarrolló un trabajo a finales del siglo XX (1995) que llamó “La
era de la información: el poder de la identidad” en el que en su
segundo volumen presenta un análisis sociológico de las condiciones
que se articularon durante todo el siglo para propiciar la crisis del
patriarcado, así como sus posibles consecuencias en la conformación
de la personalidad individual, de ahí que en adelante nos basaremos
en este trabajo para presentar un análisis de la situación presente
de la familia mexicana, recurriendo a la actualización de las
estadísticas presentadas por el autor (siempre que estén
disponibles).
Menciona Castells que
no es casual que desde los años 50´s y hasta la fecha, se haya
presentado un significativo deterioro de las estructuras familiares
como las hemos conocido. En la primera parte del presente,
comprendimos que las estructuras familiares actuales son más bien
productos artificiales de la organización económica en la que las
personas han vivido para subsistir.
Actualmente, se
observan una serie de fuerzas y condiciones que han posibilitado el
recrudecimiento de la crisis patriarcal que Engels previó, pero como
ya mencionamos, estas condiciones se encuentran muy alejadas de lo
por él anhelado, ya que Castells menciona que esto se debe
fundamentalmente a los procesos de ascenso de la economía
informacional global, los cambios tecnológicos en la reproducción
humana y el fuerte empuje de los movimientos feministas.
Menciona que en los
últimos años del siglo XX –y la primera década del XXI-, se ha
observado una profunda y abierta rebelión de la mujer contra la
opresión masculina, además del impacto que ha tenido en las
instituciones sociales, lo fundamental es el cambio de consciencia de
esta, donde en un amplio número de países (primero los
industrializados pero cada vez más en los emergentes), las mujeres
se asumen en igualdad de circunstancias y derechos a los hombres,
especialmente en lo tocante al control sobre sus cuerpos y sus vidas,
situación que definitivamente colapsa la estructura patriarcal de la
sociedad actual. Esto es muy palpable en el incremento de las
posibilidades de educación de la mujer2,
al tiempo que es necesaria la emisión de leyes que la protejan3
contra la violencia masculina, producto de la ira de los hombres
debido a la profunda herida generada por la pérdida de poder. En
relación con esto y solo como un ejemplo, observamos un incremento
en el número de sesiones psicoterapéuticas a víctimas de ataque
sexual y sus familiares (4,559 en 1990 contra 8;735 en 1994)4
en los centros de atención especializada de la Procuraduría General
de Justicia del Distrito Federal. También se vio un incremento en
número de personas usuarias de interservicios en los Centros de
Atención a la Violencia Intrafamiliar (CAVI) de la misma
institución, donde en 1991 se recibió a 19,953 personas, mientras
que en 1994 fueron 26.0325
donde la mayoría fueron mujeres y niños.
Pero ¿cuáles son
los elementos que muestran la crisis de la familia patriarcal? Uno de
los principales es la disolución de hogares con parejas casadas,
donde es posible percibir el debilitamiento de modelo de familia
heredado, que se basaba el compromiso de largo plazo de sus miembros.
Ello que ha generado que con mayor frecuencia se conformen hogares
monoparentales y unipersonales, que por lo general se encuentran
encabezados por mujeres, lo que pone de
facto
fin a la autoridad de pater
aun cuando esta estructura se reproduzca en el nuevo hogar6.
En segundo lugar, se ha observado la agudización de la
incompatibilidad entre matrimonio, trabajo y vida, por lo que se han
presentado importantes retrasos en la edad de las personas que
deciden convivir sin casarse.
En tercer lugar, se
ha documentado una variedad creciente de estructuras de hogares
diluyéndose del modelo ideal de la familia nuclear burguesa;
mientras que en cuarto lugar –menciona Castells- se han apreciado
importantes modificaciones en los patrones de remplazo generacional,
especialmente debido a las fuertes condiciones de inestabilidad
familiar, y al control tomado por las mujeres sobre su maternidad y
la determinación de sus vidas.
Con base en lo
anterior, resulta fundamental explorar la situación de la familia
mexicana en la actualidad, de ahí que nos sumergiremos en distintas
estadísticas “oficiales” del INEGI7
cuando estén disponibles, y cuando no, acudiremos a referencias
latinoamericanas para contar con un parámetro de comparación.
El eje fundamental de
la familia, o por lo menos lo que se ha supuesto, es el matrimonio, y
este ha venido a la baja, como podemos observar en la figura 1, donde
se muestra que durante 1990 se tuvieron en el país cerca de 642 mil
matrimonios, contra alrededor de 595 mil en 2007. Esto es un claro
indicador (mismo que resulta más significativo tomando en cuenta el
incremento de la población en ese lapso) de que las personas tienen
un menor interés por casarse, o por lo menos, de legalizar su unión.
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Figura
1: Estadísticas de matrimonios y divorcios en México entre 1990
y 2007
|
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Fuente:
1990 a 2007: INEGI. Estadísticas Vitales. Bases de datos.
|
|
Figura
2: Relación de matrimonios y divorcios en México entre 1990 y
2009 (por cada 100 matrimonios)
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Otros datos
mencionados por el INEGI (Figura 2), muestran que desde 1990 se ha
detectado un incremento en la tasa de divorcios por cada 100
matrimonios, siendo en 1990 de 7.2 por cada 100 matrimonios,
disminuyendo a 4.9 en 1993 e incrementándose a 15.1 en el año 2009.
Por otro lado refiere
el INEGI que “Desde
hace algunos años se advierte un aumento paulatino de las
separaciones (legales o no) así como de las uniones consensuales: en
2010, 5.6% de la población de 15 años y más declaró estar
divorciada o separada, proporción que supera los tres puntos
porcentuales respecto a 1990; un comportamiento similar se da en la
población que se une en forma consensual, en 2010 la proporción
supera los siete puntos porcentuales respecto a la observada veinte
años antes. Estos eventos se dan en forma diferencial según la edad
de la población, entre los que se unen consensualmente son los
jóvenes los que muestran un mayor aumentó: entre 1990 y 2010 su
proporción pasó de 7.8 a 17.4 por ciento; en tanto que la población
de 30 a 59 años muestra un mayor incremento entre los que se separan
y divorcian al pasar en el mismo periodo de 3.2 a 7.9 por ciento.”
(Censo
de Población y Vivienda 2010).
Lo anterior refleja
cómo es que se han incrementado las separaciones, disminuido la edad
de estas, además del incremento de las uniones fuera del acuerdo
matrimonial de aquellos con menos edad, y el cuestionamiento de la
institución matrimonial de aquellos con más edad; reforzándose la
hipótesis de que las estructuras familiares fundamentadas en el
patriarcado se encuentran en una importante crisis.
|
Tabla
1: Promedio de edad de 1er matrimonio en México entre 2004 y 2008
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Pero esto no es todo,
ya que si revisamos las edades de primer matrimonio, encontraremos un
incremento de las personas que deciden casarse por primera vez (Tabla
1), ya que en el 2004 el promedio de edad era de 27.5 años para los
hombres, mientras que para las mujeres era de 24.7, en tanto que en
el 2008 fue de 28.4 años para los hombres y 25.5 para las mujeres.
|
Tabla
2: Distribución
porcentual de la población por estado conyugal 1950 a 2010
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Estado
conyugal
|
1950
|
1960
|
1970
|
1990
|
2000
|
2010
|
|
Población
de 12 y más años
|
15
057 867
|
22
042 801
|
29
697 303
|
55
913 847
|
69
235 053
|
84927468
|
|
Solteros
|
29.2
|
38.6
|
40.4
|
40.9
|
37.2
|
35.2
|
|
Casados
|
50.1
|
46.0
|
45.4
|
46.1
|
44.6
|
40.5
|
|
Unidos
|
12.5
|
8.6
|
8.2
|
7.4
|
10.3
|
14.4
|
|
Separados
|
1.4
|
1.2
|
2.6
|
3.7
|
||
|
Divorciados
|
0.5
|
0.6
|
0.4
|
0.7
|
1.0
|
1.5
|
|
NOTA:
|
El
total de población incluye a la que no especificó su estado
conyugal; el Censo de 1970 no presenta el concepto No
especificado.
Para 1950 las cifras se refieren a hombres de 16 y más años y
mujeres de 14 y más años; para 1960 a 2000 a hombres y mujeres
de 12 y más años. Cifras correspondientes a las siguientes
fechas censales: 6 de junio (1950); 8 de junio (1960); 28 de
enero (1970); 12 de marzo (1990); 14 de febrero (2000) y el Censo
Nacional de 2010.
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|
ND
|
No
disponible.
|
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|
FUENTE:
|
INEGI. Censos
de Población y Vivienda, 1950 - 1970, 1990, 2000 y 2010.
|
|||||
Otro dato que vale la
pena considerar es la disminución de mujeres que se casan en nuestro
país entre los 15 y 19 años, ya que en 1950 era alrededor del 51%
de éstas; para el 2007, el porcentaje disminuyó hasta el 25%,
siendo que en este último caso, la escolaridad promedio al contraer
matrimonio era de secundaria y el 41% trabajaban.
En un análisis del
estado civil de la población mexicana con 12 años o más (Tabla
2.), entre 1950 y el año 2010, encontramos que en general el
porcentaje de personas solteras se incrementó de manera importante,
aunque disminuye en el año 2000 (37.2) en comparación con los datos
de 1970 (40.4) y 1990 (40.9), disminuyendo en el 2010 (35.2),
disminuyendo consistente y significativamente el de personas casadas
(50.1 en 1950, 44.6 en el 2000 y 40.5 en 2010); además del
significativo incremento de las personas “unidas” sin casarse
(12.5 en 1950 y 14.4 en el 2010), además de los relevante en cuanto
a peso poblacional de aquellos separados (2.6 en el 2000 y 3.7 en el
2010) y divorciados (0.5 en 1950, 1.0 en el 2000 y 1.5 en 2010);
situación que demuestran cambios importantes en forma en que se
establecen las relaciones fundantes de las familias, además del
evidente desgaste de la figura del “matrimonio”; al menos como
esta concebido desde el discurso patriarcal.
Otro de los puntos
que ya mencioné y que Castells marca como indicativos y causales del
desmoronamiento de la estructura patriarcal a nivel global, es el que
se refiere al control sobre su cuerpo y natalidad que han adquirido y
ejercido las mujeres, lo que les ha permitido incrementar el nivel de
escolaridad y optar por el ingreso al campo laboral, convirtiéndose
en un núcleo importante de generación y posesión de riqueza,
posibilitándoles establecer condiciones de negociación y cuestionar
el orden establecido.
|
Tabla
3. Promedio de hijos nacidos vivos de las mujeres por grupo de
edad entre 1970 y 2005
|
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FUENTE:
INEGI. Censos
de Población y Vivienda, 1970, 1990, 2000 y 2010
INEGI. II
Conteo de Población y Vivienda 2005.
En México, se ha
venido presentando un incremento en el conocimiento (89% en 1976 al
96.6% en 1997 y 98% en 2009)8
y uso (1976 el 30.2% contra el 68.4% en 1997) de métodos
anticonceptivos en las mujeres mexicanas. Aunado a esto, se ha
observado que la tasa de fecundidad femenina ha disminuido (de 5.7 en
1976 a 2.1 en 2010)9,
otro dato que complementa lo anterior, es el que se refiere al
promedio de hijos nacidos vivos por rango de edad, donde si hacemos
un análisis longitudinal (tabla 3.) de los grupos de edad entre 20 y
49 años que entre 1970 y el 2010 el promedio ha disminuido
significativamente, como por ejemplo en las mujeres entre 20 y 24
años de 1.4 en 1970 a 0.8 en el 2005 y 2010; vale la pena resaltar
que la disminución más marcada se observa en los grupos de edad de
entre 30 a 34 años (de 4.6 en 1970 a 2.1 en 2010), de 35 a 39 años
(de 5.7 a 2.5), de 40 a 44 años (6.3 a 2.9) o de 6.3 a 2.3 entre las
que tienen de 40 a 49 años.
Otro indicador que
podemos considerar para explorar la situación de la familia
patriarcal es el que se refiere a los cambios que se han presentado
en la composición de los hogares, ya que entre los años 2000 a
2005, se ha observa un incremento en el porcentaje de hogares con
jefatura femenina, de entre el 20.6 al 23.1%, mientras que los
hogares con jefatura masculina disminuyen del 79.4 al 76.9
respectivamente10.
Un elemento que vale
la pena observar y que ha modificado la situación de la mujer
especialmente en el ámbito socioeconómico, se refiere a las
posibilidades y situaciones educativas, donde es factible ubicar que
los porcentajes de ingreso de mujeres a la educación se ha
incrementado entre los ciclos 1996/1997 y 2006/2007, siendo que había
una absorción de primaria a secundaria del 84.3 en el primer ciclo,
contra el 94.5 en el segundo, mientras que la absorción de la
secundaria a la educación media superior para las mujeres se ha
incrementado del 75.9 al 83.2. Esto refleja el elevado interés de
las mujeres en incrementar su nivel educativo, lo que les posibilita
acceder a mejores condiciones de vida, y tener la capacidad de
obtener mejores trabajos y acceso a la educación superior, lo que se
ve reflejado en el incremento (del 47.1 al 49%) de las mujeres que
cursaron posgrado entre 2005 y 200711.
Al incrementarse las
posibilidades educativas, también se abren espacios y oportunidades
laborales, de ahí que la tasa de ocupación femenina (tabla 4) se
incrementó entre 1995 (32.29%) y 2010 (37.73%). Si observamos la
distribución por actividad, el incremento ocupacional más
importante se ha dado entre las empleadoras (10.06% contra 19.11%),
las que trabajan por cuenta propia (28.5% contra 38.46%) y las
asalariadas (34.37% contra 38.54%). Los datos anteriores muestran que
las mujeres han salido de casa a emprender y a asumir un papel activo
en la generación de recursos y fuentes de empleo, acciones que
generalmente se reservaban para los hombres y que implican un
empowerment
sobre las condiciones y dirección de la vida.
|
Tabla
4. Porcentaje de mujeres ocupadas por actividad, comparativo
entre 1995 y 2010
|
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FUENTE:
INEGI, Sistema para la consulta de indicadores estratégicos
InfoLaboral, 1995 INEGI, Sistema para la consulta de indicadores
estratégicos InfoLaboral, 2000 INEGI, Encuesta Nacional de
Ocupación y Empleo, 2005. Segundo trimestre. INEGI, Encuesta
Nacional de Ocupación y Empleo, 2006. Segundo trimestre. INEGI,
Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, 2007. Segundo
trimestre. INEGI, Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, 2008.
Segundo trimestre. INEGI, Encuesta Nacional de Ocupación y
Empleo, 2009. Segundo trimestre. INEGI, Encuesta Nacional de
Ocupación y Empleo, 2010. Segundo trimestre. Consulta
interactiva de datos.
|
Otro aspecto que
habla del deterioro de las estructuras de patriarcado, lo muestran
los movimientos feministas, que en general pretenden de manera
explícita la emancipación de la mujer contra la dominación
masculina, situación que en sí misma cuestiona estas estructuras
pero que en muchos casos al ser llevadas al extremo, han replicado el
modelo de dominación, perpetuándolo en lugar de derrumbarlo.
Mansbridge (1995) menciona que el movimiento es el compromiso para
terminar con la dominación masculina, a partir de la re-definición
de la identidad femenina (Castells 2001), siguiendo distintos caminos
como la afirmación de la igualdad entre los géneros, reforzando la
especificidad de cada uno o en su extremos más radical, declarando
la total ruptura con el estilo de vida masculino para “recrear
la vida y la sexualidad en hermandad femenina” (Idem. p201).
Menciona
Castells que la esencia fundamental de los movimientos feministas es
la renegación contra la identidad alienada de la mujer, cómo se ha
venido definiendo por los hombres y se ha sostenido a partir de las
estructuras familiares patriarcales.
Aclara
que uno de los elementos más importantes para la amplia difusión y
fuerza del movimiento a nivel global, ha sido su diversidad,
flexibilidad y capacidad de adaptación a las peculiaridades
culturales y de la época.
El feminismo en
México, aunque ha tenido un desarrollo paralelo al del resto del
mundo, presenta sus particularidades. Cano (2010) hace una
reconstrucción histórica del movimiento que data desde el siglo
XIX.
Menciona que el
concepto comenzó a utilizarse a finales del siglo antepasado, y que
para los primeros años del siglo XX, ya era de uso común en los
distintos medios de Ciudad de México. Menciona que en estos años el
discurso se centraba principalmente en la reivindicación de la
igualdad entre los sexos. Las ideas del movimiento comenzaron a
expresarse en revistas y periódicos antes de popularizarse entre la
población femenina:
El
álbum de la mujer. Periódico literario redactado por señoras
(1883-1893), Las violetas de Anáhuac (1887-1889), La mujer mexicana
(1903-1905); se expresaron las primeras mujeres profesionales; La
sociedad Protectora de la Mujer (1905) formada por colaboradoras de
la revista.
Durante
la primera década del siglo XX, la oposición al régimen porfirista
propició la incorporación de la mujer al movimiento político,
siendo el movimiento constitucionalista el único que sostenía una
mirada más o menos equitativa con los derechos de género, aunque el
congreso constituyente (1916-1917) negó el derecho de sufragio a la
mujer.
Un ícono muy
importante del movimiento feminista de principios del siglo pasado,
lo constituyó Salvador Alvarado, Gobernador del Estado de Yucatán
(1915-1918), quien se interesó por el movimiento feminista en tanto
le sirviera para combatir el fuerte arraigo de la iglesia católica
en la población del estado.
Pugnó por la
educación laica de la mujer, que se generaran fuentes de empleo que
permitieran el cumplimiento de las actividades domésticas pero que
les permitieran tener ingresos propios; no obstante, sin permitir la
participación femenina en las esferas sociales y políticas.
Durante 1916, se
llevaron a cabo en Yucatán dos congresos feministas, donde se
trataron temas relacionados con el derecho a la educación y el
trabajo de la mujer, sentando las bases para el surgimiento del
Consejo Feminista Mexicano (1921-1922). Siendo que en el año 1922 se
celebra en México el “Primer
congreso Feminista Panamericano”
y en 1925 el “Congreso
de Mujeres de la Raza”
ambos marcados fuertemente por las diferencias de pensamiento
político de las participantes, pero sirviendo como un importante
foro político y social para la difusión del movimiento.
Durante la década de
los 30, el movimiento se enfocó en la lucha por la igualdad de
obreras y campesinas, desarrollándose tres congresos (1931, 1933 y
1934) en los que se sentaron las bases organizativas e ideológicas
del movimiento.
Fue en 1935 cuando se
funda el Frente Único Pro-Derechos de la Mujer (FUPDM), propugnando
principalmente por el reconocimiento de las diferencias de género, y
el no segregarismo a causa de la maternidad. A partir de 1937, enfocó
sus baterías en torno al reconocimiento de la ciudadanía expresada
a través del voto, lográndose esto en el nivel municipal en 1947 y
en el estatal y federal en 1953, mediante la reforma del artículo 34
constitucional.
Para años
posteriores, el movimiento cayó en una especie de letargo o
estancamiento, y no es sino hasta los años 70 que el movimiento
cobra fuerza a partir de la influencia de los movimientos de
liberación femenina norteamericanos.
Es en este punto que
se marca el surgimiento de un Neo-Feminismo. Lau-Jaiven (2006) divide
su desarrollo en tres grandes etapas: de 1970 a 1982, en la década
de los 80 y en la década de los 90.
La primera según la
autora, se vio altamente influida por los movimientos feministas
norteamericanos, y se caracterizó por la conformación de una
consciencia ciudadana, viéndose esto reforzado por factores como el
importante ingreso al campo laboral, el incremento en los niveles
educativos y las distintas transformaciones jurídicas, mismos que
hemos mencionado anteriormente.
Una peculiaridad de
esta etapa, fue la conformación de pequeños grupos activistas como
el Movimiento de Liberación de la Mujer (MLM) organizándose en
círculos de mujeres que se reunían periódicamente para compartir
sus experiencias de marginación. Tomaron como lema “Lo personal es
político”, ya que al haberse organizado de esta forma, sus vidas
privadas de veían expuestas en contextos públicos.
Otra cualidad del
movimiento en esta época, es que se encontraba marcado por fuertes
tintes izquierdistas, pero nos parece que más que comulgar con
ideales socialistas o comunistas, la izquierda política ha sido por
tradición un lugar para el refugió de los excluidos, siendo que
hasta estos momentos las mujeres se encontraban en esta situación.
Durante la segunda
etapa que se desarrolló en la década de los 80, el movimiento se
caracterizó por una gran actividad y presencia en foros académicos
y sociales a nivel nacional e internacional. Se establecieron
encuentros sectoriales entre obreras, maestras, personal de servicio
y campesinas, logrando a partir de esto una importante re-elaboración
del discurso feminista, que permitió que el movimiento cobrara
fuerza y relevancia política y social. A partir de lo anterior,
surgieron diversas organizaciones feministas que tuvieron la
capacidad de recaudar y concentrar importantes cantidades de recursos
económicos que les permitieron brindar ayuda asistencial a las
mujeres de sectores más marginados y a sus hijos.
La organización
lograda en esta etapa, les permitió presentar un frente de
negociación político y social, por lo que fueron logrando la
apertura de espacios tanto en los partidos políticos como en puestos
de representación popular e instituciones estatales; es decir la
mujer comenzaba a figurar en el contexto social.
Como ya mencionamos,
durante los 90 se presenta la tercera etapa de la clasificación de
Lau-Jaiven (Idem.),
que se caracteriza fundamentalmente por la incorporación de las
mujeres por la democratización del país, institucionalizándose su
participación de manera importante, al grado de haber logrado
presencia en todas las esferas de la vida pública y social,
prescindiendo de los canales y estructuras establecidas por la
organización patriarcal, ya que crearon las propias, que han
resultado altamente efectivas por su alta flexibilidad y capacidad de
adaptación.
Es a partir de estos
movimientos de liberación femenina en contra de la opresión
masculina que se pone sobre la mesa el derecho de otras minorías
oprimidas así como la posibilidad de formas de identidades y
sexualidad que hasta la fecha estaban excluidas de los discursos y
estructuras patriarcales.
Esta inercia
revolucionaria abre el espacio para la lucha de la comunidad LGTB.
Menciona Castells (2001) que estos movimientos no solo son una forma
de expresión de la libertad de amar y cómo hacerlo, constituyen más
bien movimientos de liberación sexual, de ahí que durante su lucha
cuestionan y ponen a prueba importantes postulados y estructuras del
patriarcado, especialmente el de la represión sexual y la
heterosexualidad obligatoria; como condiciones sine
qua non
para el mantenimiento del poder.
Una de las luchas
principales del movimiento en todo el mundo y que ha cristalizado en
la Ciudad de México en el año 2010 es el que se refiere al derecho
del matrimonio y paternidad por parejas del mismo sexo; mientras que
la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en el 2012 abrió la
puerta a los matrimonios Homosexuales, al declarar la
inconstitucionalidad de un artículo del Código Civil del Estado de
Oaxaca y validar varios amparos que se habían otorgado. Lo anterior
introduce un importante cuestionamiento al orden sociocultural como
lo hemos conocido, ya que desarticula al poder de la familia, el
amor, la sexualidad y el género. De ahí que ahora sea necesaria la
de-construcción y reconstrucción de la sexualidad, la familia y la
personalidad, situación que impacta de lleno en el orden patriarcal
y apuntala la tesis de Bauman (2002) sobre lo líquido
de los esquemas de referencia y la necesidad de conformar nuevos a
partir de la móvil y cambiante realidad actual.
Los puntos antes
mencionados han demostrado que la familia se conformó como grupo
social extenso, que fue organizándose con base en una estructura
patriarcal fundamentalmente por motivos económicos y de poder;
organización que duró por lo menos 5 mil años de historia,
pugnando cada vez más por la individualización y separación de los
nuevos matrimonios de sus grupos familiares de origen, situación,
que tuvo cierto éxito hasta mediados del siglo XX, cuando distintos
movimientos sociales y culturales comenzaron a cuestionar el sistema
patriarcal fundamentado en el control y la opresión.
En México, la
familia no siguió una organización distinta, aunque a diferencia de
otras tendencias, observamos que hasta la fecha se ha mantenido una
lógica de relaciones comunitarias y de grupo familiar extensa a
pesar de los intentos gubernamentales del siglo XX por nuclearizar a
las familias.
Hemos visto que en
concordancia con los movimientos culturales globales, durante el
siglo pasado y la primera década del presente, la lógica
organizativa patriarcal en la familia mexicana se ha visto
cuestionada; lo que abre la puerta para nuevas organizaciones
familiares y el establecimiento de patrones de relación distintos.
Esta situación hace
necesaria la re-elaboración del concepto de familia, así como el
desarrollo de nuevas formas para mirar y acercarse a las formas en
que las personas deciden reunirse para compartir la vida y criar a
sus hijos.
1
Para la
realización de dicha tarea, me fundamentaré en textos
antropológicos y de demografía histórica, especialmente el de
Rosario Esteinou (2008) La
familia nuclear en México: lecturas de su modernidad siglos XVI al
XX.
2
Más adelante revisaremos estos datos.
3
En el 2008 entro en vigor en el Distrito Federal la Ley de Acceso de
las Mujeres a una Vida Libre de Violencia; en 2007 y por decreto
presidencial de promulgo la Ley de General Acceso de las Mujeres a
una Vida Libre de Violencia para México siendo reformada en 2009.
4
Fuente: Procuraduría General de Justicia del D.F. Agencias
Especializadas, Informe estadístico 1995.
5
Fuente: Idem.
6
Me refiero específicamente a la repetición de estructuras de
poder, donde en lugar de prevalecer una perspectiva de cooperación,
se presenta la de sometimiento a la ley y autoridad.
7
Tomaremos las estadísticas oficiales en el entendido de que son las
que tienen una mayor validez externa y tienen alcances nacionales y
nos permitirán visualizar con mayor certeza las tendencias.
8
FUENTE:
Para 1976: SPP-IISUNAM. Encuesta
Mexicana de Fecundidad, 1976. México,
D.F., 1979
Para
1997 y 2009: INEGI. Encuesta
Nacional de la Dinámica Demográfica.
9
FUENTE: Para
1976: SPP-IISUNAM. Encuesta Mexicana de Fecundidad,
1976. México, D.F., 1979.
Para
2010: CONAPO. Indicadores demográficos básicos
1990-2030. www.conapo.gob.mx (11 de enero de 2010).
10
FUENTE:
INEGI. XII
Censo General de Población y Vivienda 2000
INEGI. II
Conteo de Población y Vivienda 2005.
11
ANUIES. Anuarios
Estadísticos 2004-2007. www.anuies.mx
(18 de noviembre de 2008)
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